Ricardo Garanda
Gijón, a 010125
El
dos mil veinticuatro se ha terminado e iniciamos, de manera automática, el dos
mil veinticinco. Una vez más estamos pasando por ese pequeño periodo en el que
mayoritariamente nos felicitamos, nos deseamos lo mejor para nosotros y nuestras familias; nuestros correos y
whatsapp se llenan de estos mensajes y resulta que todo el mundo es algo más
feliz por el simple hecho de desear felicidad a otros. Parece como si todo
funcionara mejor, como si la máquina social hubiese recibido una adecuada dosis
de lubricante.
Y
creo que, en la mayoría de los casos, ese deseo de felicidad ajena es cierto,
sincero. Solo que mal informado.
¿De
verdad deseáis que yo sea feliz en el dos mil veinticinco? Pues ayudadme, os
cuento el secreto para conseguirlo, voy a compartir diez claves:
1.- Necesito que todos y todas seamos un poco (o un mucho, según los casos) más solidarios en nuestra actitud cotidiana: mantengamos nuestras calles limpias, utilicemos el espacio indispensable para aparcar nuestro coche, reciclemos lo mejor que podamos nuestros residuos, saludemos a la gente cuando nos crucemos con ellos.
2.- Necesito encontrarme rodeado por gente que esté dispuesta a denunciar y a luchar contra las injusticias y los abusos de los poderosos en lugar de justificarlos e, incluso, aplaudirlos y envidiarlos.
3.- Necesito sentir que amamos a las víctimas y odiamos a los asesinos en la violencia contra la mujer, sin buscar excusas que suenen a justificación de cómplices. Cuándo estoy ante alguien que pretende matizar la gravedad de esta violencia tengo la impresión de estar, o ante un potencial maltratador, o ante una silenciosa víctima de esa violencia que aún no ha entendido que hay que saber denunciarlo.
4.- Para que yo pudiera ser feliz no tendría que haber guerras. Me resulta imposible pensar en la felicidad personal, mía y de los demás, mientras veo, leo u oigo los desastres humanitarios producidos por las guerras. Me resulta insoportable encontrarme con alguien que las justifica o infravalora, por razones ideológicas o religiosas.
5.- Un camino viable para intentar conseguir mi relación en paz con el resto de la humanidad sería que las Naciones, sus gobiernos, impidieran, y pueden hacerlo, la situación de pobreza, hasta el hambre, existente en muchos países de éste desigual universo. Especialmente en la explotada África, aunque no sólo allí.
6.- Para que yo pudiera ser feliz necesitaría ver un cambio en los comportamientos que nos están llevando a un grave deterioro del planeta. No solo habría que avanzar bastante más en nuestra cultura del reciclaje, sino también en el de la contaminación directa; el plástico es una tentación ante la que nos rendimos fácilmente, lo usamos porque es cómodo y después permitimos que se llenen ríos y grandes rincones de nuestros océanos con él cuándo ya ha dejado de sernos útil.
7.- Y no solo me parece asfixiante la idea de que la contaminación ambiental va a perjudicar la vida de nuestros hijos y nietos. Hay otra contaminación que ya perjudica la vida actual; es la contaminación de la palabra, de la mentira, del discurso que trata de engañar y, en buena medida, lo consigue, haciéndonos creer que todo será mucho mejor desde la insolidaridad, desde ese mensaje de que lo importante es tener dinero, mucho dinero, cómo objetivo vital.8.-Me hace infeliz pensar en aquellos países donde no existen los servicios públicos, la sanidad, la enseñanza, las residencias y otros muchos servicios sociales. Y me amarga observar cómo, dónde sí los tenemos, hay gobernantes que tratan, por todos sus medios, de debilitarlos y cerrarlos, y que haya gente que asuma eso porque le prometen pagar menos impuestos, sin darse cuenta de que luego no tendrá medios para pagarse la atención médica propia o los estudios para sus hijos.
9.- Para ser feliz necesito vivir en un hábitat humano dónde la gente lea, se forme e informe, y sea crítica, siempre crítica contra lo que como universal colectivo que somos, nos perjudique. Y no matar nunca al mensajero, aunque siempre será eso lo más fácil para tratar de seguir taponando nuestras conciencias.
10.- No creo que mi felicidad dependa de una utopía, porque ni siquiera espero que todos mis deseos se cumplan, me basta con comprender que una buena mayoría de mis congéneres luche por ellos, en la medida en la que a cada cual le sea posible. La apatía social me parece el mayor mal del ser humano.
Esto es lo que hay, no soy desagradecido, me parece agradable el deseo de mucha gente de que yo sea feliz en el año que ahora empieza, pero parece complicado conseguirlo. De momento, me conformaría con que todas y todos los que leáis este decálogo, gastéis unos minutos de vuestra agitada vida para pensar en ello. Ya sé que no estoy diciendo nada nuevo, simplemente intento que revisemos conocimientos que hace tiempo tenemos.