Quiero
reafirmarme en una reflexión que, con matices, cada vez se está oyendo y
leyendo más en distintos espacios periodísticos y de blogs personales como
éste. La izquierda, toda la izquierda de éste País debe replantearse su espacio, sus posibilidades
reales de influencia y, sobre todo, los mecanismos democráticos adecuados para
avanzar en su inexcusable destino en el futuro más inmediato. Ya no se trata de
“darme la mayoría para salvaros” sino de saber y explicar qué y con quien hay
que hablar, ponerse de acuerdo, pactar estrategias para poner en marcha el
desarrollo de políticas posibles que realmente sirvan para salvarnos.
Porque
esto se hunde si no lo está ya. A veces da la impresión de que ni siquiera
vamos a llegar a las elecciones. Y no me refiero a la situación económica, que
también, sino a todo lo demás: la decencia en la gestión, la política de la
mentira, de la trampa, de la grosería, de la injusticia, de la inmoralidad y de
la represión. Esto se hunde. Cuándo son los jueces quienes tienen que decidir
qué políticos y políticas pueden seguir y quienes no, es que la democracia se
está desmoronando. Y desde el poder actual no hay absolutamente nada que nos
haga pensar que están dispuestos a esforzarse para que esto mejore, más bien al
contrario, parece que piensan que si ellos lo tienen mal para seguir, lo demás
no importa. La grosería del ministro Morenés en el Parlamento es una muestra
más del poco empeño que tienen en disimular su vulgar retirada.
Y en esta
situación los partidos de izquierda
tienen que ponerse serios, entre otras cosas porque cada vez somos más los
votantes de izquierda que no nos acabamos de fiar de ninguno en exclusiva y de
manera absoluta. Se acaba el forofismo entre los votantes. Aunque técnicamente
fuera posible, no estaríamos en tiempos de mayorías absolutas, ni siquiera de
mayorías asimétricas, porque los propios votantes no vamos a estar totalmente
seguros de si hemos votado bien hasta que no veamos las consecuencias en la
acción de Gobierno.
Los
partidos de Izquierda tienen ahora la obligación de pactar. Y la tienen por
razones más allá de las puramente prácticas de aunar fuerzas para arrebatar el
Gobierno a la Derecha anti-social. Tienen la obligación de darnos a sus votantes
opciones claras que nos unan y no nos tengan cotidianamente a la gresca entre
nosotros. Es una posición ética, como muy bien interpreta Juan A. Pérez Tapias
en la Zona Crítica de Eldiario.es.
La buena
Ética como contrapartida a lo que estamos viendo de la clase política
gobernante en éstos últimos años, la buena Ética como demostración de que la
democracia no se agota en privatizaciones de servicios públicos, en búsqueda de beneficios económicos para la
élite gobernante y sus amistades, la buena Ética para dejar claro que ésta
sociedad está suficientemente madura para reivindicar sus derechos y para
rechazar la represión de un estado policial.
Al día
siguiente de las elecciones, como máximo, los y las líderes de los partidos de
izquierda, con el respaldo que cada uno haya tenido, han de presentarse ante la
sociedad y decir “aquí estamos, unidos para salir de éste agujero”. Si tienen
que pegarse para ver quien consigue la foto ese día empezaremos con unas
dificultades que una sociedad fuerte
podría resistir, como ya lo ha hecho otras veces, pero que ésta, con sus
heridas tendrá muchas dificultades para mirar de frente, para creerse ya nada.
Es la gran
responsabilidad histórica de la Izquierda, de toda la Izquierda, y para
acometerla se necesita un grado de madurez superior al que, hasta ahora, vienen
demostrando. Sumen los acuerdos, discutan las diferencias, empiecen a darnos
pistas de que de verdad están preparados para sacar a esta sociedad de dónde
otros la han metido. Estamos muy mal, y no sólo en lo económico. Ustedes lo
saben, y el proceso electoral que se inicia en Andalucía y finaliza con las
Generales puede ser la última oportunidad de regeneración democrática que nos
quede.
Asuman las
consecuencias si deciden ignorarlo.
Ricardo Garanda Rojas
(@rgarciaaranda)
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