Foto de JLRomero |
Creo que nos pasa a casi todos, cuando preparamos una vivienda nueva, o un
nuevo lugar de trabajo, nos pegamos la paliza dos o tres días, una semana tal
vez. Pintamos, decoramos, colocamos los
muebles. Todo tiene que quedar perfecto, pero siempre hay tres o cinco cosas
que se quedan, por olvido, porque no lo tenemos claro o porque ya no podemos
más. Un par de cuadros sin colgar, un enchufe que queda suelto, los cables del
ordenador…”Esto ya lo iré haciendo…”
Para nada, cinco o treinta y siete años después los
dos cuadros están colgados de una inestable alcayata, de forma provisional, al
enchufe le empujamos cada vez que pasamos por allí y los cables del ordenador
se esconden en un monumental lío por detrás de la mesa.
Pues con el cambio de la dictadura a la democracia nos
pasó algo así. Nos lo curramos, quisimos que todo quedara lo más correcto y
bello posible, pero dejamos asuntos para “ir haciendo” y algunos siguen ahí,
pendientes. De hecho hay cuestiones que ya se nos había olvidado situar en su
ubicación correcta.
Por ejemplo, nos quedó pendiente resituar los
conceptos de ética y honradez franquista, y ahí están, todavía dando vueltas
por la casa, de rincón en rincón dependiendo de a quien le toca cambiarlas de
sitio. Menos de dos meses hace que me decía un empresario que busca contratas
de la administración que estaba de acuerdo en que esto tenía que cambiar, pero
que él no sabía qué hacer para conseguir contratos si no era a través de buscar
a ciertos gestores y agasajarles con alguna prebenda, que si no lo hacía estaba
seguro de no comerse un colín. Y, para justificarse un poco, me ponía el
ejemplo de las farmacéuticas.
Tampoco colocamos en el 78 las definiciones claras de
las distintas ideologías, había que tener discreción entonces, ya habría
tiempo. No se aclaró entonces quien estaba al otro lado del Muro y quien a
éste. Cómo se discernía entre una derecha franquista, social, de velo en misa y
otra capitalista, interesada exclusivamente en explotar a los trabajadores para
ganar más dinero. Y lo de la “Tercera Vía” quedó ahí, en la ambigüedad del
debate de la transición. Sólo Felipe González fue contundente y forzó un
Congreso para dejar claro que él no era Marxista, que eso lo eran otros.
Y ahora todavía no tenemos claro dónde situar éste
mueble. No sabemos si pagar más impuestos es de derechas o de izquierdas, si es
bueno o malo. No sabemos si es deseable que el Estado nos ayude en nuestros
problemas o mejor que no intervenga. Ni siquiera tenemos claro si queremos una
sociedad con un mayor nivel de igualdad entre sus gentes, o aceptamos que a
cada uno y a cada una lo que le haya tocado en ésta rifa.
La mayoría de las organizaciones políticas de éste
País se empeñan en tratar estos temas con un elevado nivel de ambigüedad que
les permite adaptar el discurso en cada momento y en cada sitio según interese.
Y eso no es bueno, no señor, porque al final ni sus propios dirigentes saben de
qué van con algunas decisiones.
Y, sobre todo, no es bueno, no señor, porque consiguen
su objetivo, nos confunden y terminamos sabiendo a quien votamos, pero no a
qué.
Hay que colocar cada cuadro en su sitio de una
puñetera vez.
Mañana.
Ricardo
Garanda Rojas
(@rgarciaaranda)
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