Ricardo Garanda Rojas (@rgarciaaranda)
Chus Lago cuenta su
hazaña de llegar al Polo Sur atravesando la Antártida en un libro cuyo título
abusa de una injusta modestia que, al menos ante mis ojos, hace parecer
inapropiado. “Tras las huellas de Gigantes” puede sugerir la importancia de lo
que hicieron sus predecesores infravalorando la indiscutible hazaña personal
que ella misma, y sola, concluyó. Chus Lago es ella misma “una Gigante”, y si
no lo tenéis claro leer su historia, contada por ella misma en la editorial Aguilar.
Esta mujer de cincuenta y tres años
que con treinta y cinco se dio una vuelta por el Everest dejándose el oxígeno en casa y con cuarenta y cinco se enfrentó a una travesía a pie, en solitario, por la Antártida desde la
bahía de Hércules hasta llegar al Polo Sur. Cincuenta y nueve días a unas
temperaturas entre 30 y 50 grados bajo cero y con vientos, a veces, muy por
encima de los cien kilómetros por hora. Y, permitidme que insista, sola. En un
silencio tan absoluto que sólo el viento era capaz de romperlo. Sólo el viento
y el arrastre de un trineo con ciento trece kilos de peso (El doble de lo que
ella misma pesaba) durante mil doscientos kilómetros.
Foto de "Sobre hiuellas de gigantes" edt. Aguilar |
Pero ella misma
reconoce que pasar hambre, frio, miedo y otro tipo de penalidades no puede ser
un fin en sí mismo, sino circunstancias inevitables aunque se desee, con
frecuencia ardientemente, evitar. Tiene que haber detrás algo tan grande que se
valora más que la propia vida
Cuando Chus Lago llega
al Polo y todavía nadie lo sabe, se siente totalmente propietaria de su vida y
de sus sueños, absolutamente nadie en el mundo sabe que ella está allí, que ha
llegado, no puede haber soledad más apasionante. Nada ni nadie le impide
compartirlo con la única persona que en esos momentos le gustaría tener a su
lado, Merab, -que le vierte sobre el pelo
una jarra de agua caliente-. “Te dije que lo conseguirías”. Ella ha llegado
y él no podrá hacerlo.
En la conferencia que
dio en Sonseca, en el contexto de la “ Semana de la Montaña” que año tras año
llegando al XV, organiza el Club Torozo
de Senderismo de esta localidad toledana, dijo algo que a mí me llamó
especialmente la atención. Confesó que cuándo hizo cumbre en el Everest, no
tenía muy claro si había ganado algo o lo había perdido.
Foto de "Sobre huellas de gigantes" edt. Agular |
La idea de llegar al
Polo Sur en las condiciones que lo hizo, nacería como una utopía que se iría
metamorfoseando a sueño posible y a partir de ése mismo instante comienzó la
aventura. Es cierto que cuándo llega a la base de la “Zona Cero”, finaliza algo
más que los 1.200 kilómetros, acaba una historia que comenzó mucho antes.
Chus Lago nos dice con
su gesta que es la fuerza interior la que permite que a veces los imposibles
puedan alcanzarse, y eso no se entrena. No son solo músculos que haya que
endurecer, no son solo técnicas que haya que dominar, no basta con tener todos
los conocimientos posibles sobre el entorno, el medio en el que hay que moverse
y avanzar, no basta con todo esto, hace falta contar con algo interior que sólo
un puñado de personas poseen.
Gracias Chus,
Gigante.
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