Ricardo G-aranda (@rgarciaaranda)
Hablar de almas en
Lisboa es como provocar a lo desconocido, a algo que sabes que te rodea pero no
ves, no palpas, no llegas a entender, o sí…
Sientes un terciopelo agradable
mullendo tus más íntimos sentimientos.
Hay lugares únicos en el mundo, Lisboa
es uno de ellos. Es una ciudad para andar despacio, mirando a las fachadas, regodeándote
en las estatuas (una al menos en cada largo o plaza), en el rio-mar, en las
piedras de sus muros. Apetece hablar en voz alta para escucharte en ella, mirar
a los cristales de los escaparates para verte en ella. Es una ciudad ideal para
soñar. Y para encontrar respuestas.
Allí estuve hace poco
y, además de leer algo de Saramago, releí “Sostiene Pereira” de Antonio
Tabucchi. Es una buena novela, pero me molestó su final, porque el protagonista demostraba su
heroicidad y merecía la oportunidad de vivirla, para él y para los demás.
Tabucchi le niega esa vida de héroe y el aire de ensueño de Lisboa me animó a mí a contarla.
Así surgió la historia
de “La Guerra de las Almas”, la vida de Pereira desde que sale del libro
de Tabucchi y de Portugal en una época maldita para los portugueses, para
España y para una parte importante del mundo. Una época de victorias y derrotas,
de vidas y de muertes, de héroes y heroínas.
Y en medio Pereira, había que
contarlo.
La Guerra de las Almas
es, además, un alegato a la libertad del hombre para cambiar y hacer cambiar. El
derecho a modificar sus propias ideas equiparable al derecho de intentar
convencer a otros para que cambien.
La libertad de ser libres, no solo desde el convencimiento individual, también desde el discurso colectivo.
La historia de “La
Guerra de las Almas” formará parte del libro “Pesadilla en Zocodover y otros Relatos" que pronto verá la luz, si es que es así cómo se puede llamar al proceso de abandonar mi cabeza y aparecer en las manos y ante los ojos de aquellos lectores y
aquellas lectoras que puedan tener algún interés por estos quince relatos, que pretenden provocar quince reflexiones y quince buenos momentos de distracción y divertimento, dejando, a ser posible, un poco de huella.
Atentos a esta cita, creo que nos puede gustar.
Y si no, ya sabéis,
siempre nos quedará Lisboa (Perdón, era fácil).
Posdata.- Encontré algunas
respuestas y las conté en mi relato.
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