Ricardo G-Aranda (@rgarciaaranda)
Para
acompañar al relato de “Cruzando el Hielo”, perteneciente a “Pesadilla en
Zocodover…”, elegí un poema que tiempo
atrás dediqué a mi amigo José Luis y a su afición a la fotografía:
“Inexistencia”. Sus versos van de la decepción que produce cuándo al ver la
fotografía de algo que recuerdas como un gran momento, sientes cierta frialdad,
el recuerdo te indica que hubo un nivel de emoción y entusiasmo que de ninguna
manera encuentras en ese momento en el que tratas de recuperarlo a través de
esa imagen.
No
hay fotografía posible que pudiera reproducir las sensaciones de Chus Lago
cuándo completó su travesía de la Antártida. Es imposible que esa foto le
permitiera reconocer el inmenso frio y cansancio que tenía después de haber recorrido
esos mil doscientos kilómetros de hielo y viento. No le serviría la fotografía
final para comprender esa contradicción entre plenitud y vacío que la inundaban
todos los sentidos del cuerpo y el espíritu cuando se plantó en el Círculo
Polar.
Ilustración de Cecilia Romero |
Ni
la fotografía más increíble de la creación artística de cualquier gran
fotógrafo o fotógrafa puede dar una pequeña pista a los lectores del libro que
después escribió “Sobre las huellas de gigantes”, sobre la inmensa e
impresionante soledad que debió abrumar y liberar a Chus durante cincuenta y nueve días
atravesando el hielo.
No
sirve la fotografía para eso. La intensidad de cualquier momento vital sólo
existe una vez, un instante: el que se ocupa del punto más álgido de nuestra
emoción. Después todo declina, y ninguna reproducción gráfica es capaz de
volverlo a elevar hasta aquel punto.
Por
eso, en este poema que lamenta la imposibilidad de repetirnos una gran
sensación en su graduación original, yo le pido a mi amigo que me refleje cosas
que yo desconozca, para así poder dar fe de su existencia, que no es poco. Que
me enseñe imágenes de caras cuyos sentimientos en el momento del retrato pueda,
al menos, intuir. Que me muestre paisajes de dónde nunca estuve. Pero que no me
enseñe reproducciones de momentos de mi vida, de historias y gentes que
conozco, de situaciones que causaron en mi espíritu grandes emociones positivas
o negativas. Que no haga eso porque la decepción al comparar la frialdad de la
imagen con el calor de la historia que pretende contar, está servida. Y es una
pena que así sea.
Si
yo fuera Chus Lago, haría desaparecer toda imagen que pretenda dar a conocer el
éxtasis que debió sentir en aquel momento. Sin imágenes físicas, seguro que la
imagen mental que le queda es mucho más pura, desde luego íntima. Perfecta.
“Cruzando
el Hielo” es el último de los relatos en el orden del índice del libro
“Pesadilla en Zocodover y otros relatos” Os autorizo gustosamente a que
empecéis por el final, incluso por la última frase si queréis: “...Pero no estás”
Y
eso, querida Chus, no hay foto que lo salve.
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