Ricardo Garcia-Aranda Rojas. (@rgarciaaranda)
La
ciudad, sin duda, tiene sus encantos.
Hay
ruido y la gente va deprisa, los edificios y la contaminación no te dejarían
ver bien el aire si alguna vez llegaras a levantar la cabeza. Vas fijando los
ojos en los adoquines mientras descansan para después atreverse a ser elevados
hasta la altura de algún escaparate de ropa, libros, viajes o lo que sea menester. Antes hasta
forzábamos el cuello y elevábamos nuestra mirada para leer los títulos de las
películas que estaban poniendo en cada cine. Ya ni siquiera vale la pena subirlos
tan alto.
Pero
tiene sus encantos la ciudad. Es en la gran urbe dónde se acuñan conceptos como
“café rápido”, ”caña ligera”, “un vino volando”. Es en la gran ciudad dónde si
quieres garantizarte que vas a encontrar a alguien conocido, has de quedar con él
o ella previamente en un lugar preestablecido. Es en la ciudad dónde te planteas
que el domingo es un gran día para ir de compras…
Sé
que estoy siendo muy negativo, pero tengo siempre abierta una puerta a la
esperanza, seguro que la ciudad tiene sus encantos. Sino ¿por qué iba a haber
gente que no quiere salir de ella y que cuándo se va de vacaciones termina
echándola de menos? Tiene que haber, necesariamente, alguna razón.
Yo reconozco una que me parece trascendental: La
necesidad que se crea en el individuo de escapar, de irse, de buscar ese cielo
que aquí no ve, ese aire limpio que la ciudad desconoce, ese ambiente de
camaradería relajada que en la montaña encuentras.
Dibujo de Cecilia Romero |
Y,
sobre todo, el compromiso personal con distintos retos. Los de la urbe ya
agotan, los del trabajo, molestan. Otros, físicos y espirituales. Otros.
El
que yo cuento en este relato es uno más, cualquiera sirve para el objetivo de
encontrar ese otro rincón tuyo que en la vida cotidiana de la ciudad no
ves, no sientes, a veces sólo ansías. La Maliciosa es un magnifico pico de la
sierra de Madrid. Entre la Pedriza y la Bola del Mundo, entre la tierra y el
cielo o el cielo y la tierra, según estés arriba o abajo. No exagero cuándo indico que al final se
produce un diálogo entre esa montaña y tú. Es la propuesta del reto entre tú
mismo, tú misma y vuestro respectivo loco, ese que siempre quiere que hagas
“otra cosa”.
Cuándo
estás a punto de subir la cuarta vez, como estoy yo, después de un largo
periodo de ausencia, la saludas con cariño, imaginas que ella hace lo mismo contigo
y venga, a subir, a cumplir este repetido reto. Ahí empiezan y acaban muchas
cosas. Seguramente después tengas que recuperar las que ahora apartas,
seguramente, pero eso ya será más tarde, otro dia.
Es
“La Maliciosa” el título de otro de
los relatos que componen el libro “Pesadilla
en Zocodover” y es posible que después de leerlo, tengas la necesidad de juntarte en un grupo en el que sientan el mismo deseo que tu de
calzarse las botas y subir a cualquier montaña, porque mi Maliciosa está
también en los Montes de Toledo, en los Picos de Europa, en la cordillera
Bética…La Maliciosa es algo más que un pico.
También
puedes primero cumplir tu reto, dejar de vagar deprisa por los adoquines, subir
despacio por la tierra y las rocas,
llegar arriba, y cuándo bajes, leer mi relato. Seguro que si lo haces así
me vas a comprender.
Nota.- Quien quiera un ejemplar de "Pesadilla en Zocodover y otros Relatos" dedicado por el autor no
tiene más que pedírmelo por cualquier vía, por ejemplo a través de un M.D @rgarciaaranda. Os lo haré llegar.
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