Ricardo G-aranda. (@rgarciaaranda)
Podemos
inventarnos un futuro, se llama sueño o pesadilla, o simplemente imaginación. Lo podemos inventar para nosotros mismos o
para los demás, para las personas que conocemos, incluso para las que no,
porque puestos a inventar historias ¿Qué nos impide crear de la nada a los
personajes? Esa es la evidencia de los escritores, construimos vidas, a veces
con tanto detalle que el lector dudará hasta dónde son verdaderos o falsos. Ni
el mismo inventor lo sabe siempre. Pero, igualmente, abundan versiones de vidas
inexistentes en las cabezas de esa inmensa mayoría de humanos que no las exhiben
escribiéndolas.
También
podemos inventarnos un presente si el conocimiento de la realidad es lo
suficientemente ambiguo como para dejar libres los necesarios huecos que los
demás, escritores o no, nos esforzamos en rellenar adecuando esa realidad a lo
que nuestra imaginación nos demanda.
Pero
lo que no es posible es inventarse un pasado sin incurrir en la voluntaria
capacidad que tenemos para mentir, para tergiversar situaciones que existieron
y fueron de una manera y no necesariamente como a nosotros nos hubiese gustado
que fuesen. También hay espacio para el olvido, voluntario o no, pero en ningún
caso eso podría ser causa de inexistencia.
Ilustración de Cecilia Romero |
Las
vidas actuales de los personajes tienen mucho que ver con sus interrelaciones en
el pasado. Igualmente, las vidas soñadas podrán asumirse como tales solo mientras
la realidad no se vaya imponiendo, que lo hará.
En
este relato, el comisario Sánchez se encuentra de bruces con las consecuencias
de sus decisiones en un pasado del que ni su más cercano compañero sabía nada.
Ignorancia y olvido, voluntario o no, la actualidad se convierte en una “Vuelta al Pasado”.
Os invito a que lo leáis, junto con los otros catorce relatos de este libro que está a punto
de salir a la calle, de dónde salió.
Lo
leeremos pensando qué parte de nuestro pasado debería haber sido de otra
manera. O no.
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