Ricardo GAranda (@rgarciaaranda)
El diez de Setiembre de
2020 era un día especial para el Cádiz Club de Fútbol, las competiciones de la
selección habían retrasado el inicio de la Liga en su primera división y jugaba
el primer partido en el Carranza en la categoría de honor después de muchos
años luchando en las inferiores. En este primer partido de primera se enfrentaría a otro recién ascendido, el Sporting de Gijón. Los veintidós jugadores
parecían felices. Pero es que este diez de Setiembre, el Cádiz C.F. cumplía 110
años de existencia: la celebración era doble. El partido estuvo entretenido y
acabó con resultado de empate, dos a dos. Pero en la historia de esta temporada
estas celebraciones iniciales terminarían pasando desapercibidas.
En Madrid había otro
duelo distinto, el Rayo Vallecano (el Rayito) empataba también a dos contra el Athletic Club de
Bilbao. Mismo resultado que el Coruña y el Real Madrid en Riazor, y el Valencia
contra la Real Sociedad. Idéntico resultado que el que obtuvieron en su cruce en
el Camp Nou el Barcelona Club de Fútbol contra el Betis Balompié y el Sevilla
contra el Español. Todos los partidos de la primera jornada en división de
honor terminaron empate a dos. Lógicamente nadie acertó los catorce resultados
de la quiniela y en la prensa del martes, puesto que el lunes jugaron el
Villarreal contra el Girona y empataron igualmente a dos tantos, no tenían ni
idea de cómo confeccionar la tabla clasificatoria.
Por supuesto era la
primera vez que esto ocurría, no solo en España sino en el mundo entero. La
anécdota salió como noticia en los diarios deportivos y en muchos de
información general en todos los países de los cinco continentes. Pero esto no
había hecho más que comenzar.
En la segunda jornada
volvió a ocurrir exactamente lo mismo. Ya no era una anécdota, empezaba a ser
un fenómeno extraño. Y cuando la historia se repitió en la tercera jornada era una locura, no se hablaba de otra cosa, ni de lo mal que lo hacía el
gobierno, ni de lo escandalosa que resultaba ser la oposición. El paro laboral
y la bolsa pasaron a un segundo plano.
Hasta Ronald Trump (que había renovado su mandato) dedicaba un buen número de
sus twitter a este asunto del fútbol español.
Se acabó la primera
vuelta, ya entrado el 2021, y todos los equipos estaban empatados a puntos, a
goles a favor y a goles en contra, porque absolutamente todos los partidos de
esa primera vuelta habían acabado en empate a dos tantos. No sabemos que
hubiese escrito José Saramago si llega a vivir esta experiencia, pero las casas de apuestas tuvieron que olvidarse de apostar por resultados. Se apostaba por el minuto del empate, por si tal jugador se habría afeitado la barba o no, pero por el resultado era una ruina para ellas.
La Federación Española
de Fútbol llegó a plantearse suspender la segunda vuelta al menos hasta que se
pudiera encontrar alguna salida racional a esta situación: 21 partidos jugados
y todos eran últimos y primeros. De seguir así habría que suponer que todos
tendrían derecho a jugar la Champions aunque todos descendieran a segunda
división.
Por supuesto, la Liga
de Fútbol Profesional no estaba de acuerdo con la Federación. Había que seguir
jugando los partidos, existía un compromiso comercial con las televisiones del
mundo entero que ahora, más que nunca, estaban dispuestas a pagar lo que les
pidiesen con tal de retrasmitir los partidos de esta liga española. Si se
mantenía dos o tres jornadas más esto de los empates a dos, el negocio podía
llegar a unas cantidades astronómicas.
Y se mantuvo: dos,
tres, cuatro, cinco…Todos los equipos seguían empatando a dos en sus partidos.
Los capitanes de cada uno, en el saque inicial más que saludarse se reían. Y
los árbitros igual. Todos con una risa tonta, nerviosa, sin sentido. La mayoría
de los aficionados se agolpaban en torno a los televisores, poca gente iba a
los estadios, para qué pagar si ya conocían de antemano el resultado. En los
bares y en las reuniones en casa quedaba, al menos, el aliciente de las bromas, de los vaciles: ¡hoy os
vamos a empatar!, a lo que los contrarios contestaban ¡y nosotros a vosotros
también!.
El calendario marcó la
última jornada y los equipos comenzaron a jugarla. Los del viernes: empate a
dos. El sábado por la mañana: empate a dos. Por la tarde: empate a dos. El
domingo por la mañana, lo mismo. Por la tarde exactamente igual. Todos los
partidos empataron a dos. ¡Increíble!
Solo quedaba el del
lunes: Rayo Vallecano – Real Madrid. Un derbi local madrileño. Comienza el
partido, con las risitas de rigor: ¿Oye tú, empatamos? Y Ramos: ¡Por mí vale!.
Y el árbitro: venga chicos, seriedad. Pero lo decía riendo.
En el medio tiempo iban
empatados a uno. Los aficionados solo especulaban sobre qué jugador de cada
equipo metería el gol del segundo tiempo. Raúl de Tomás metió el del Rayo en el
minuto sesenta y dos. Gareth Bale, que seguía en el Madrid y no estaba lesionado, consiguió su gol en el minuto ochenta y cinco. Que ya estaba todo el mundo expectante.
La poca gente del
estadio comenzó su retirada hacia sus coches para salir un minuto antes de que
se formaran los atascos de la Avenida de la Albufera. El tiempo se había
agotado, el árbitro, con desgana, lo alargó tres minutos para compensar el
perdido con los cambios de jugadores. Faltaba un minuto y Benzema desvía un
balón a cornet. Unos pocos segundos faltaban para que terminara el tiempo de
descuento y el centrocampista del Rayo Gael Kakuta golpeó el balón.
La trayectoria iba tan
cerca de la portería que Courtois al quererlo despejar lo introdujo en su
portería.
3-2. Se acabó la liga.
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