"Bajó a tierra con el ala quebrada."
Mi amigo me esperaba hoy en la barra de la taberna con un lazo rosa prendido de su chaqueta y ofreciéndome otro en cuánto estuve al alcance de su brazo.
No
nos dijimos nada al respecto, yo ya había visto hoy en más de una veintena de
ocasiones en las redes que se celebraba el día del cáncer de mama.
Hace
algo más de tres años, al inicio del verano del dos mil catorce mientras dos
amigos nos tomábamos un gin tonic con Rodrigo en la Venta del Alma, Maria del
Pilar se presentó con cara de preocupación, nuestro amigo había quedado con
ella allí cuándo terminara con la revisión de pechos que venía haciéndose todos
los años. La prueba había salido positiva, tenía un nódulo tumoroso en uno de sus pechos. No había que alarmarse, había que hacer pruebas, identificarlo, medir su
extensión y, si era necesario, poner el tratamiento adecuado.
Se
trataba de uno de los peores, el “Triple Negativo” el “pequeño hijo de puta”
como le conocían entre los oncólogos y cirujanos oncológicos que la trataron.
Rápido, muy rápido, pero pudieron vencerle, fueron más rápidos que él. Al menos
así parecía. Sesiones de quimioterapia, de radioterapia, operación de pecho y a
casa. Durante un mes o dos participamos de la alegría de nuestros amigos.
Y
nos contaron cómo María del Pilar, acompañada siempre por Rodrigo, fue
soportando las sesiones, al principio con las tremendas dudas sobre la
evolución del tumor, después con la alegría de las buenas noticias que iban
viniendo. Cuándo la dieron el alta se fue a un viaje a Italia con su mejor
amiga para celebrarlo.
Pero
todo fue una ilusión, el cáncer jugó con nuestra amiga, el triple negativo
volvió al ataque. Otra vez quimio, otra vez caras cotidianas que expresaban sus
particulares infiernos. Tratamientos experimentales…Hace ya un año y nueve
meses que tuvimos que despedirla, el cáncer había ganado la batalla.
Rodrigo,
cuando hablamos de esto, mantiene sus dudas. ¿Se pudo hacer algo más? Si
hubiese ido antes a la revisión… Si se hubiese librado del estrés del trabajo
de los últimos meses…Tal vez si la hubiesen puesto otro tratamiento…Es posible
que el cirujano hubiese tenido que limpiar más…No se equivocarían al acudir a
un centro médico en lugar de a otro…Y terminaba siempre dudando de si él mismo
no podía haber hecho más, haber estado más encima de los doctores, de los
tratamientos, de la información sobre las novedades de los tratamientos
experimentales…
Por
eso, cuándo Rodrigo se pone el lazo rosa lo hace para preguntar en un grito que
solo algunos oímos ¿Puedo hacer algo más?. ¿Puede todo el mundo hacer algo más?
Es su lazo, sus preguntas. También la mía.
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