El
día 27 de Octubre tendría que ser recordado por las actuales generaciones y las
futuras como el día de las vergüenzas parlamentarias en España.
Por
un lado, en el Parlament de Catalunya se votaba con un indigno voto secreto la
decisión de convertir a Catalunya en una República Independiente. Poco más de
la mitad de los representantes toman ésta decisión y tratan de imponérsela a
toda la ciudadanía catalana, como si de las tasas municipales de la basura se
tratara.
La
CUP acababa de conseguir un éxito histórico, en todo lo que venga a partir de
ahora irá a favor de su corriente. Porque ellos siempre han arriesgado poco,
luchan por la Independencia no tanto por conseguir ese objetivo, sino porque
esa lucha se ha revelado como un gran medio para su verdadera lucha: la antisistema.
A la CUP le han ayudado a conseguir el mejor caldo de cultivo, su lucha está
ahora bien reforzada para afrontar lo que venga del gobierno central y de los
tribunales.
Entiendo
así perfectamente la alegría de la gente de la CUP, dentro del hemiciclo y en
la calle, lo que no entiendo es la alegría de victoria de los parlamentarios de
los demás partidos y de sus seguidores, los del PDeCAT, de Esquerra Republicana de Catalunya
y creo que muchos y muchas del entorno de Podemos.
¿Qué
celebraban? Era obvio que estaban celebrando el final de una entelequia que
mucha gente en la calle confunde de buena fe con una realidad que es posible
mantener. Ni siquiera han sido capaces estos mediocres políticos de salir al
balcón de la Plaza Sant Jaume, si no a decirles la verdad, al menos a
saludarles y agradecerles su presencia.

Cuándo
hace unos días vimos y oímos lo de “a por ellos” a modo de despedida a guardias
civiles que eran enviados a Catalunya, a muchos se nos revolvió algo en nuestro
interior, porque no era eso lo que la mayoría de los españoles defendíamos.
A
mí me parece que esto del Senado es lo mismo, pero con el agravante de que han
sido representantes del pueblo los que con sus aplausos, puestas en pie y
sonrisas de oreja a oreja han decidido que había llegado el momento de “ir a
por ellos”. ¡Vaya victoria producto del fracaso!
Victorias
falsas ambas, la primera en el Parlament por efímera y pírrica, la segunda en el Senado
por su disfrute inoportuno y vil.
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