jueves, 22 de octubre de 2020

No diga Relatos, diga Fisuras

Nuestras fisuras: libritienda.com/inicio/1539-fi

No somos mármol pulido, nuestras vidas no lo son, la historia nos enseña que nunca jamás hubo periodos de mármol pulido, ahora tampoco y es imposible prever que en el futuro pudiésemos deslizarnos por un mundo sin grietas, sin rupturas. Esta colección de historias que presento en "Fisuras" van de eso, de personajes y espacios forjados en la quiebra del paraíso, mostrando, por tanto, sus reales fisuras.

Cada historia es una exposición de maquinaria humana puesta en funcionamiento. Vidas que en algún momento de algún lugar pueden haber sido reales. Y las introducciones poéticas suponen la válvula de acceso al sistema sanguíneo de cada una de ellas.

La mayoría de estos relatos han sido creados en los “tiempos del virus”, en los que se ha puesto a prueba, minuto a minuto, nuestra necesidad de tener miedo de los demás como medio de subsistencia. Aislamiento mental, más que físico, reduciendo las esencias de nuestra vida social a recelosas reuniones en las que huimos de la frontalidad, esencias temerosas, casi esperando perdón por parte de quien tenemos delante, por el hecho de estar ahí.

Pero con pandemia o sin ella, en estos tiempos de grandes avances tecnológicos y enorme déficit humanístico, para contar historias de humanos se puede hacer desde la contundencia del reproche o desde la misericordia de la complacencia. He querido ser autor que trata de compensar ambos aspectos, mis personajes reciben para sus imperfecciones el perdón del imperfecto, pero también la crítica del descontento.

Trato de evidenciar fisuras, pero solo unas poquitas, una milésima parte de las que rasgan nuestras relaciones, sentimientos y comportamientos en el engranaje social. “#Quedateencasa” fue un bien intencionado lema cargado con una pizca de prepotencia y aquellos personajes de “Mañana será otro día”, inquilinos del frio, la lluvia y las estaciones del metro o de los cajeros automáticos tenían algo que decir al respecto.

Contagio” es la batalla física, la enfermedad desde dentro, desde el lecho, desde el miedo del ataque vital. Con victoria o con derrota.

 La Leyenda del Palacio de Linares” y “El Accidente” nos hablan de las heridas que los inconscientes y egoístas comportamientos provocan, a veces de manera tremendamente dramáticas, en la vida o la muerte de otras personas. Esos comportamientos que queremos ocultar, que deseamos pasen desapercibidos con el tiempo como aliado, pero que el destino, a veces, lo termina poniendo entre nosotros y las personas a las que, irremisiblemente, dañamos.

Hay grietas en nuestros recuerdos, esos que pudieron forjar todo lo que después fue sucediendo, y que, solo tal vez, hubiésemos preferido que sucediera de otra manera. Nostalgia, como en “Niño, corta el agua” o “Piel de miel”, resignado dolor, como en “Remigia

El hombre que prefirió la nata a las fresas” cuenta una común decepción, cuando fuimos descubriendo el límite a nuestras ilusiones, el fracaso de quienes creíamos grandes espíritus. Es el hombre que se olvidó del objetivo de sus luchas y se resignó a la vulgaridad cotidiana, renunciando al destino glorioso que parecía perseguir y asumiendo esa comodidad forjada por una mezcla de egoísmo con la vanidad que provoca el poder.

Pero hay también cantos a lo ilusionante, fisuras magistralmente restauradas con la esperanza de avanzar hacia lo mejor, como “La sonrisa del ciclista”, con el disfrute del esfuerzo. “La Orquídea”, el amor sin firma. O la serie “Herida” y “Quanto é bello volare”, en los que cuando ya todo parece perdido, sin solución alguna, surgen nuevas vidas, con la gran fuerza del amor, sobre las que habían ido quedando definitivamente en esos precipicios del sendero.

Como resurgen igualmente propulsadas con esa misma fuerza las vidas en “La Atalaya de los cubos de Granito” tras una larga hibernación y “Página 19”, tras la plácida pesadilla. En Frexulfe y en La
Caleta, dos magníficos rincones para restaurar “la gran fisura”.

Sonreír ante la muerte, en “Tanatorio

Apenarse ante las vidas frustradas, en “Silencio”,

Esperanzarse nuevamente con el sueño de la libertad vital en “El Pescador que hablaba con los peces”.

La aceptación de una eternidad entre amigos en “La Cena”.

Y también, ¿por qué no? un pequeño capricho futbolístico en “El Empate”.

Y “Maimuna”, un pequeñín apunte sobre una enorme fisura: las gentes de África en un devenir más o menos cotidiano. Una ventana desde nuestra absoluta ignorancia sobre las mujeres, los hombres que allí viven y que ocultamos en nuestra prepotente cultura occidental con el barniz oscuro del estereotipo.

Como remate, quiso mi amiga Luz que devolviéramos la vieja historia de “El Toro” en estas nuevas páginas y aquí estará también, mostrando la tremenda fisura ensangrentada del maltrato a los animales con el único objetivo de la diversión.

Veintiuna historias contadas en pocas páginas cada una, para que la lectora o el lector no se canse fácilmente de ir visualizando una importante cantidad de personajes, ficticios casi todos ellos pero que a buen seguro reconoceremos en nuestros respectivos entornos. Porque no son historias inexistentes por mucho que el autor se las haya inventado.

Ricardo Garcia-Aranda Rojas (#RicardoGAranda)