miércoles, 6 de abril de 2022

El Horizonte desde el Tejado

Ricardo GAranda   050422 

Hacía tiempo que no me emocionaba con la lectura de una novela, gracias, Carmen Manzaneque.

Irene templa su historia (con mucho de la autora) desde la ventana de la buhardilla de una casa ubicada en un pueblo con molinos manchegos, durante la postguerra española. Desde allí pretende ver a su padre, buscándose la vida en Alemania, y desde allí escucha los violines que adornaran las ficciones de su cabeza.  Pero no es la historia de Irene, ella solo es una espectadora que llega a intervenir para mejorarla.

Irene llega a la parte final, avanzada la segunda parte del siglo pasado y desde ahí nos va contando lo que sucede a su alrededor, pero la gran historia tiene sus orígenes mucho más atrás, antes y durante la guerra civil española, antes, durante y después de la segunda gran guerra.

La protagonista de la historia principal es Fabiola: Amor, decepción, dolor. Nuevo amor, guerra, distancia, reencuentro final: Y otras historias secundarias, como la de Sofía, con todo menos el reencuentro, o con solo el final feliz con el que la autora premia a Irene.

La autora acude a viejos cócteles: amor y compromiso y, el fundamental, amor y barricadas. La Guerra que cruza las vidas y las descoloca con el dolor, la distancia, la   injusticia…“El odio no me da miedo...me da pena. Me produce tanto dolor…”  Aunque las vidas de sus personajes pasan por la historia, no nos la cuenta, simplemente pasa por ella, con las sensibilidades de cada uno y cada una en sus relaciones y sus dolores personales.

Es una magnífica novela romántica, con casi todos los personajes que viven unas historias románticas desde el principio al fin, excepto el gran contrapunto, Matilde, la tía soltera, empeñada en que todos tengan “los pies en la tierra” como ella. Es la que pone la casa, el dinero, y no acepta tonterías.

“El Horizonte desde el Tejado” es la última novela de Carmen Manzaneque, a la que yo ya conocía por su poesía. En los últimos tiempos hemos coincidido en respectivos recitales, uno en Madridejos (enhorabuena a las organizadoras) y otro, más reciente, que organizó la ONCE en su local de Toledo y el que estuvimos de acuerdo (más gente lo estaba) en que se nota mucho cuando quien escribe historias tiene la sensibilidad de poeta: “… siempre decía que no había que dejar morir los sueños, que un sueño vivo era un sueño alcanzable”.

Por ponerle una única pega diría que la novela debería terminar cuando la historia de Fabiola acaba. Tal vez lo que aún colea se podría haber resuelto, si acaso, con un epílogo, pero ya no con nuevos capítulos.

Me ha enganchado esta novela, llegado a la mitad es muy difícil dejarla para el día siguiente. La recomiendo.