miércoles, 29 de junio de 2022

LGTBI

Ricardo García-Aranda

Hay un verso en uno de mis poemas que sirve también para uno de mis perfiles en redes: “¿Cuántas heridas soporta un sueño?”

Porque lamentablemente sigue siendo un sueño la esperanza de que algún día esta sociedad asuma sin límites las diferencias entre nosotros, como condición intrínseca del ser humano: Nadie es igual a nadie.  Pero parece que, para una parte retrógrada y, con frecuencia, desinformada, hay diferencias que son fáciles de aceptar, sin embargo, otras desbordan los límites de la cultura judeo cristiana que nos han ido imponiendo durante tres cuartos de siglo.

El pasado Martes, 28 de Junio, día de homenaje y visualización de las mujeres y los hombres LGTBI, hubo un acto medio institucional y medio intimo-colectivo en el Ayuntamiento de la localidad en dónde vivo, Sonseca. Tras la institucional participación de los grupos políticos, las intervenciones de Hernán Garcia-Ochoa, en nombre del Colectivo y el representante de la asociación Plural LGTBI de Mancha Centro, que nos presentó un documental en el que componentes del colectivo, acompañados cada uno con algún familiar, nos iban contando sus vivencias, confrontaciones y avances en su lucha individual y colectiva por ganarse un respeto que siempre les perteneció.

“Celebrar lo que somos” es el deseo expresado por Hernán en el día Internacional del Orgullo LGTBI. Porque ahora, aún, desde lo que son no solo han de soportar los insultos, la violencia, incluso la muerte, de alguno de sus miembros. También la marginalidad social y laboral, la incomprensión de gente más o menos cercana. Comportamientos guiados, con frecuencia, por el miedo: que no influyan a los demás, a nuestros hijos…” como si toda una vida de comportamientos hetero nos influyera a nosotros”. Es lo que son, y está bien que así sea, porque es correcto, está muy bien que cada una y cada uno se comporte y se comprometa con lo que es.

El mayor problema viene cuando esto no es así, cuando nuestras necesidades vitales quedan ocultas. Cuando les tenemos tan coartados, tan encasillados, tan amenazados que lo de “salir del armario” se convierte en un tremendo trauma con consecuencias inmedibles.

El representante de Plural LGTBI se autodefinió como un MDP (Maricón de Pueblo) y se negaba a sentirse expulsado de su hábitat rural y refugiarse en el anonimato, esconderse en el maremágnum de la gran ciudad. Se resiste como muchos y muchas, haciendo caso a una de las madres del documental: “la importancia de la lucha”. Pero no como todos ni como todas.

Escribí, hace ya más de un año, “Silencio”, una historia incluida en mi último libro de relatos “Fisuras” fijándome en una persona sin nombre, de mi pueblo, que estuvo toda su vida sin atreverse a declarar en ningún momento su homosexualidad.

El protagonista comienza así el relato: “Si, tuve amigos, pero se fueron. Juan a Madrid, Felipe a Cádiz. Yo me quedé…/…disimulando toda mi vida”

No sé la respuesta, pero sí sé hacer la pregunta ¿Cuántos “protagonistas” como el de mi relato puede haber en cada una de las poblaciones rurales de este país, de este mundo? Y lo peor es que son la incomprensión y el miedo las razones de su parálisis.

Silencio duro de miradas duras/ que ofende ya desde la niñez./ Silencio oculto que duele,/ de esqueletos de vidas soñadas.

Es falso el Silencio del miedo,/ tanto como una escuela vacía/ como una estación sin trenes, / como una guerra sin muertes…

Y con la terrible amenaza de que los avances legales, sociales y culturales podrían ir para atrás, volver a las persecuciones, a los señalamientos, a las marginaciones absolutas. Es posible que sean mis incontrolables  prejuicios, pero el martes, en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Sonseca, cuando el grupo municipal de la derecha realizó su declaración apoyando al colectivo objeto de homenaje, mis neuronas iban por otro sitio, decidiendo que en la cabeza de los dos concejales conservadores no se creían ni una palabra de lo que decían. Más bien, creo que pensaban: “cuándo gobernemos nosotros, se van a acabar estas tonterías”. Pero es posible que no fuese así, que sólo, insisto, sean mis antipáticos prejuicios.

Un año más del “Orgullo”. Una vez más sin bandera visualizadora en el balcón de las instituciones de la capital de España, otro año con el gesto incivilizado de quemar esa bandera del balcón del Ayuntamiento de la cercana población de Ajofrín. Desilustrados conservadores en un caso y cafres ignorantes e insolidarios en otro: los sunamis que aún tiene que ir esquivando el movimiento LGTBI.

Ellos y ellas, y nosotras y nosotros.