viernes, 8 de diciembre de 2017

Sonseca no debiera estar triste

Ricardo García-Aranda Rojas (@rgarciaaranda)


La sangre industrial se mueve lenta y densa por las venas de esta Villa que conoció, no hace mucho,  un sistema arterial fluido, fuerte, alegre, de gentes que cantaban fuerte como los hermosos gallos al amanecer, que se arremolinaban como bandadas  de pájaros al mediodía y que lucían sus caras alegres como señoriales águilas por el trabajo hecho y cobrado al caer el día.
Ya hacía mucho tiempo que no se llenaban las calles sonsecanas de bicicletas o “vespinos” . Habíamos llegado al magnífico momento de los muchos y buenos autos que circulaban por sus ya asfaltadas vías antes, en medio y después de la jornada laboral. No se ha vuelto a los viejos tiempos, pero el movimiento masivo de sus gentes ya no se produce ni con dos ruedas ni apenas con cuatro, no, al menos con la intensidad y en las horas de antes.

Está triste Sonseca, de una preciosa y alegre primavera de muebles y prendas de textil ha pasado a este invierno lánguido dónde apenas quedan restos que nos hacen recordar que, efectivamente, hubo tiempos mejores.
La sangre se mueve lenta, densa ya hasta ennegrecida por algunos espacios de su cuerpo, y amenaza con un  peligroso infarto si desde algún sitio no se aportan las necesarias dosis de adiro que aligere las células y fluya el líquido industrial como en sus días hizo. Ahora nos vemos pasando lista de quienes aún viven y de quienes ya no, de las empresas que a duras penas aguantan y de las que ya no, de los jóvenes que han tenido que marchar, con frecuencia lejos, y de los que aún no.
La gente mayor expresa su nostalgia si sabes mirarles a los ojos,  los más jóvenes parecen desconocer que aún lo son y los adolescentes conocen de los buenos tiempos por lo que les vamos contando, tal vez piensen que nunca existió  la fortaleza industrial y laboral que les contamos, tal vez piensen que exageramos.

Pero antes de aquellas glorias, incluso en plena explosión económica, hubo tiempos malos en Sonseca, probablemente peores que ahora.  Ahora no somos una población boyante, pero no siempre explosionaron las sirenas de las fábricas al mismo tiempo, en un unísono de triunfo. Incluso cuándo así ya ocurría, los jóvenes de entonces sufrían el desaliento de la incultura, de un verdadero espacio para una vida completa. Y esto se superó a niveles de excelencia y se sigue conservando hasta extremos de sana envidia desde muchos sitios.
En Sonseca se ganó el respeto de una población formada, culta,  que aprecia las artes y el entretenimiento decoroso. Y eso está consolidado, tendrían que caerse sus muros y tejados para que se cayera el orgullo alcanzado en estos terrenos.
Sonseca es música, teatro, poesía, cine, fotografía, pintura, deporte. Sonseca es Arte y mente abierta a las realidades, a los mundos diversos. ¿Es poco esto?

No es poca esta mochila, hasta en  los malos momentos, como podemos definir los de ahora, un espíritu globalmente culto mantiene inquietudes necesarias para el desarrollo vital de cada uno y de cada una. Sonseca puede estar deprimida como consecuencia  de su descomunal crisis industrial, pero sus gentes, especialmente sus jóvenes tienen la suficiente fortaleza como para ir saliendo, como sea.
Estos días he conocido a un albañil-fontanero que toca el saxo, y he conocido a un fisioterapeuta que tuvo que cambiar porque la fábrica de textil dónde trabajaba cerró. Conocemos a cientos que están saliendo para adelante, con buen ánimo, preparación y energía intelectual…

Tal vez Sonseca está triste por su depresión industrial, pero sus gentes nunca le han perdido el ritmo a la vida, y eso es mucho.




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