jueves, 1 de junio de 2017

Un Viaje

Ricardo Garanda Rojas. (Sonseca, 280517)


                  “Me fui. Comprobé que todo era igual en todas  partes, y volví a casa” 

Me desperté lento, tanto que no estaba claro si de verdad aún no estaba durmiendo. Me sorprendió ver la ventana en ese sitio, no sé por qué extraña razón, en mi duermevela previo, me había parecido que la luz del sol me entraba por otro ángulo. Será que con los ojos cerrados cada uno acude a sus propios espejos.

¿Y ahora?


Recuerdo que hace ya algún tiempo mientras me tomaba una cerveza en “Tú Vinatería” (que no sé  por qué  “tú” si la taberna es de Juan) pasó por allí un compañero de barra, guardia civil retirado, y le pregunto ¿dónde vas, amigo? Y respondió claro aunque nada me aclaró: “No sé”.

Yo hoy, mientras asumo, no sin esfuerzos, la posición de la ventana, tampoco sé.

Siento como si en lugar de haber pasado las horas en la cama, viniese de un largo viaje de mundos iguales a este, de gentes, aires y lluvias iguales a estas. Siento como si hubiese estado lejos y ahora hubiera vuelto porque nada nuevo descubrí.

¿Y ahora? No sé.

Yo tuve, hace muchos tiempos, una compañera que era muy feliz sabiendo que la ventana no cambia de sitio. Con ella viajé sin moverme, y me pareció que éramos ambos testigos de mundos bellos, alegres, prometedores. Pero ella dejó de viajar y ahora yo creo que todo es igual. Puedo volar, porque yo vuelo, y cambiar de aires, de ambientes. Puedo sumergirme en un enorme pantano de poesía, puedo mentir descaradamente diciendo que estoy inventándome una historia para convertirla en un relato, como éste, o en una novela. Puedo soñar despierto mientras veo un episodio de cualquier serie policíaca americana en la tele. Puedo interrogar al mundo y esconder mis propias respuestas.

Todo eso me permite la fuerza propulsora necesaria para volar, pero me da igual, con esa fuerza puedo ver, que no comprender, miles de mundos y todos los veo igual. Y yo quisiera ir a algún otro sitio distinto, pero al igual que a mi amigo de barra, el guardia civil jubilado, no sé.

Ya ni siquiera me acuerdo del tiempo que ha pasado desde que me desperté y no sabía dónde estaba la ventana.



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