viernes, 9 de febrero de 2018

¿Ley o Pacto?


Ricardo G-aranda (@rgarciaaranda)


Es difícil cambiar la ley electoral, porque estos intentos de cambio suelen obedecer a cuentas especialmente beneficiosas para quien los propone y esto es como la historia de la manta, si te tapas el cuello se quedan los pies al aire, no hay manta para todos. Pero, al menos, por fin parece que Podemos ha comprendido que no es malo en democracia ponerte de acuerdo con tu fuerza parlamentaria antagónica para intentar salvaguardar intereses que a ambos les parezcan relevantes. Cuándo el PSOE quiso hacer algo parecido eran unos traidores a la izquierda.
¿No es lo mismo? Miren ustedes, con aquel acuerdo que el PSOE propuso a Ciudadanos y Podemos pretendía gobernar desplazando al Partido Popular. Con la posibilidad de modificar la ley electoral, Podemos quiere facilitarse un camino al gobierno. Es lo que busca, ¿qué otra cosa si no?. Y es lícito, muy lícito, pero siempre.

La ley electoral es mejorable, la de aquí y la de cualquier otro país occidental. Quisiéramos que regulara de manera perfecta lo que son imperfecciones del propio sistema, y es que los votantes de la calle El Laurel votan en Logroño, a candidatos de La Rioja, y no en la Gran Vía Madrileña, y los del Caminito Llano lo hacen en Cáceres y no en las Ramblas de Barcelona. Y es muy difícil ajustar eso hasta cifras que nos permitan decir aquello de que todos los votos han de pesar lo mismo. Se pueden hacer reajustes que salven algunas excesivas diferencias, pero para que tuvieran el mismo valor habría que elegir muchísimos más diputados de los que se eligen ahora en las grandes ciudades, y entonces se produciría otra gran injusticia, el aislamiento parlamentario de las zonas rurales.

Y luego tenemos la Ley D'Hont. Nos hemos empeñado en su maldad como fuente de desequilibrios y no es verdad, esta ley es solo una fórmula matemática que matiza la proporcionalidad en la adjudicación de los escaños. Y es que, grosso modo, esto ha de ser así, no hay en el mundo ninguna Cámara Parlamentaria en la que los escaños se adjudiquen de forma proporcional directa y pura. Sería un Parlamento que difícilmente serviría para gobernar, que es su fin. En algunos países anglosajones se utiliza el sistema mayoritario, en el que quien gana se lo lleva todo, en otros como en Alemania combinan dos imperfecciones como si así se encontrara algo mejor, la mitad se eligen por sistema mayoritario y la otra por el proporcional. En Italia, que durante muchos años salían a un par de gobiernos al año, han tenido que modificar la ley en sentido contrario a lo que aquí se pretende y regalar cien escaños al partido que gane.
Aunque, insisto, algunas correcciones, sobre todo en el terreno de las circunscripciones, se debieran hacer, en lo esencial es difícil encontrar un sistema que combine adecuadamente la justicia de “todos los votos iguales” y la gobernabilidad que el Parlamento resultante debe facilitar.

Hay otros aspectos en los que los partidos podrían poner el acento. Si queremos asunción de responsabilidades directas y que nadie se escude en su partido a la hora de cometer sus irresponsabilidades, planteemos “listas abiertas” y que los partidos permitan que los votantes podamos elegir quien nos gusta y quien no, al margen de sus siglas, que también las tendremos en cuenta. Si no se quiere meter indeseables en las candidaturas, plantéense listas “no bloqueadas” y así ninguna candidatura estará obligada a completar una relación de nombres recogiendo la firma de quien esté dispuesto a presentarse, sean cuales sean sus cualidades y pretensiones. Si en un pueblo, un partido sólo tiene a tres personas fiables ¿por qué obligarle a presentar a más?

Pero es necesario comprender que no es la Ley Electoral quien debe corregir los deficientes comportamientos de los partidos, en España se ha dado un vuelco a la estructura bipartidista, pase lo que pase ya nunca (al menos en mucho tiempo) esto volverá a ser lo mismo. Ahora es el momento en el que los partidos, todos,  han de mirarse por dentro, buscar fórmulas de funcionamiento más trasparente, pensar en sacar buenos resultados con el ánimo de mejorar nuestra existencia y no con el de recibir mayores subvenciones para su mantenimiento. Y, sobre todo, es el momento de que se asuma que “el tú más” nos tiene a la ciudadanía alucinada porque los reproches se mantienen minuto a minuto sin que nada mejore, y aquí hay mucho por mejorar, casi todo.

Hoy, cada partido tiene un inconveniente o una ventaja con este sistema  electoral. El año que viene o dentro de cinco la situación podrá ser la contraria para cada uno de ellos. Pacten modificaciones en la línea de poner políticos a gobernar y no partidos, aunque sean partidos quienes les eduquen.

A pactar, que si el Partido Popular sigue gobernando no es por la Ley Electoral, sino porque el PSOE y Podemos no supieron-quisieron ponerse de acuerdo. ¿O ya se nos ha olvidado?


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