domingo, 29 de abril de 2018

EL TORO


Ricardo Garanda Rojas (@rgarciaaranda)




Preguntamos al anti taurino y la respuesta supone su oposición al maltrato de este animal con el único fin de la diversión humana.
Preguntamos al defensor de la tauromaquia y opone su postura planteando que realmente el toro no sufre, y además tiene el animal la posibilidad de desarrollar su auténtica belleza y bravura y cumplir el único objetivo para el que ha sido creado.
Aún hay quienes, intentando situarse en posiciones intermedias plantean que sin gustarles demasiado “la fiesta” respetan a quienes disfrutan con ella.

Pero a nadie, que yo sepa, se le ha ocurrido preguntarle al propio protagonista, al Toro. Ya que atribuimos a este bello animal cualidades humanas, valorando si sufre o no sufre o si necesita o no cumplir con sus destino, consideremos que es también un atributo humano el de valorar en un sentido u en otro su vital experiencia.

Y así yo me he inventado una respuesta que desarrollo en uno de los quince relatos que forman parte del libro “Pesadilla en Zocodover”. He realizado mi propio ejercicio de metamorfosis animal, me he cubierto de piel de toro, he asumido la visión de un toro, he corrido con las patas de un toro y he intentado buscar la libertad dentro de un coso taurino mientras la gente parecía disfrutar con ello.
Ilustración de Cecilia Romero

Obviamente no he sido imparcial ni neutral. Hace tiempo que sé que es inútil esforzarse en ello más allá de lo humanamente posible. Pero me encanta polemizar y éste suele ser un tema recurrente: el del maltrato y muerte de animales con el objetivo de la fiesta, la diversión, el entretenimiento en la búsqueda de una discutida belleza artística. Claro que si fuese verdad que el animal no sufre y además está contentísimo con su suerte, los argumentos en contra se verían francamente debilitados.

Y me parece un buen tema de polemizar porque cumple con un requisito especial: Es un asunto implantado horizontalmente en la sociedad. Es causa de debate y discusión entre gentes que sobre otros temas pensamos igual o parecido. Y eso suele facilitar el escenario. Recuerdo  perfectamente las discusiones que yo mantenía con mi amigo Tanis. Quiero recordar que sólo sobre este asunto discutíamos: éramos del mismo equipo de fútbol, militábamos en la misma organización, teníamos gustos muy parecidos para disfrutar tanto en la ciudad como en el campo… Pero discutíamos sobre la bondad o maldad de la fiesta de la tauromaquia.

Bien, pues desde esa “no neutralidad” voy diseccionando cada instante de una corrida desde los toriles hasta el último suspiro, apropiándome de  la visión y los sentimientos del animal en “El Toro”·

Si es posible, una aportación más al debate.

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