sábado, 10 de noviembre de 2018

Paseando por Florencia (a Felisita)


Ricardo G-Aranda. (@rgarciaaranda)


Palazzo, palazzo, palazzo, piazza, chiesa, palazzo, palazzo, vaya, una statua, y otra y otra. Piazza, palazzo, chiesa. Una extraordinaria maravilla pasear por esta ciudad, no me canso.

Florencia huele a cuero y brilla a joyas.

En Florencia no importa dar vueltas y vueltas sobre los mismos sitios. Es una ciudad pequeña de tamaño comparada con su real grandeza. Y no importa porque cualquiera de sus plazas o fachada de sus edificios apetece verlas una vez y otra y otra. Llevo cinco días aquí dando vueltas y siento la misma sorpresa y el mismo placer que en el primero.

El único problema es que Marie-Henri Beyle -Stendhal- no tendría dónde asumir sus lágrimas y vértigos ante tanta belleza, porque no hay rincones, no quedan, o, al menos yo no los he localizado. Todos están ocupados por bares, restaurantes y alguna cafetería, con sus respectivas terrazas que ocupan gran parte de las plazas y calles. Definitivamente, los rincones tranquilos e íntimos de observación y recreación visual están ocupados. Supongo que es uno de los precios que corresponde pagar por la propia belleza.

Santa Croce y Dante Aligheri
Aun así, se pasea bien por los espacios de Florencia, sus plazas son enormes y el tráfico de autos y motos está muy restringido en las zonas más sensibles. La bicicleta es la reina de la calle, más te vale cederles el paso en cualquier situación.

Y encima me gusta la pasta, la de comer digo. El spaguetthi es otra cosa, la pizza es otra cosa. Aquí, en España debiéramos llamarlo “intento de…” He conocido un plato nuevo: el Gnocchi, una pasta que en la Toscana se prepara con patatas, harina y queso de Ricota. Para no engordar. El plato de anoche se llamaba, por sus ingredientes, “Gnocchi al Gorgonzola e Tartufo fresco”. Descubriré el nombre del Restaurante (al que ya he ido tres veces y volveré) a quien haya comprado mi libro o tenga planes de hacerlo. Tan sólo diré que está en la Plaza del Mercado Central, buen sitio.

Campanario desde la Cúpula de El Duomo
Palazzo, palazzo, Piazza, statua. El mejor y más completo museo de Florencia está en la calle, son sus fachadas, sus estatuas al aire libre. Esas plazas enormes que no pierden su armonía por ello. Se respira arte, belleza, el concepto de humanidad adquiere nuevos perfiles. Y cruzas el rio Arno y más de lo mismo. Hasta las casas más modernas, del siglo pasado, tienen los muros de piedra, al menos hasta cubrir la primera planta. Y más palacios con sus museos dentro. Pasear hasta llegar a Piazzale Miguelangelo, un monte convertido en parque desde el que se ve toda Florencia. Caminar después a la Piazza Santo Espiritu, nada espectacular, humilde si la comparamos con las demás, pero tranquila, relajante y dónde encontré un Risotto con frutos (¿por qué le llamaran frutos?) marinos para no olvidar (ya sabéis a quien diré el nombre del restaurante, aunque a este solo he ido dos veces todavía)

Homenaje a Miguelangelo en su parque.
No he visitado mucho de los interiores, pero sus dos grandes templos: Santa María del Fiori (El Duomo, la Catedral) Y la Santa Croce provocan un cierto choque. Después de ver sus fachadas sorprenden un poco sus interiores, dan la impresión de parecer fábricas cerradas en plena crisis industrial: vacías, paredes sin altares y pocos elementos que las cubran, sin coros. A ellos les gustaban así.
Pero en Santa Croce están las tumbas de hombres tan ilustres como Miguel Angel y Galileo Galilei, que después de cien años de condenarle a muerte, le reconocieron, le perdonaron, y trajeron sus restos a un lugar digno.
Y en El Duomo está la cúpula (millones de escalones) y esa sorpresa que me encontré levantando la alfombra: la Chiesa de Santa Reparata, cuyos restos quedaron debajo de la gran obra. Tal vez otro día hable de estos dos lugares y de las tiendas y mercados de prendas de piel, ¡que barbaridad!

Solo una queja seria: ¿Por qué hay tanta gente en Florencia en el mes de Noviembre?



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