miércoles, 30 de septiembre de 2020

Contagio

 Apenas puedo distinguir entre lo real de mis últimas horas, o tal vez días, no lo sé muy bien. He despertado fuera de mi sitio, en una estancia alargada, más ancha que un pasillo, pero más estrecha que una sala normal de hospital. Porque estoy en un hospital, es obvio, salvo que esté soñando. Quienes pasan por mi lado son profesionales sanitarios. Y huele a hospital, hace calor de hospital, no hay duda.

Necesito salir de aquí e intento recordar cómo comenzó todo. Yo me sentía muy lejos, me resultaban extrañas las noticias confirmadas por gentes conocidas a través de sus mensajes.

Me sitúo en mi espacio y me siento protegido. Cuando salgo por la mañana con mi primer café en la mano, después de haber escuchado varias cifras de muertos, contagiados y recuperados, tengo la impresión de estar muy lejos, de hecho, necesito el ruido de un esporádico coche o tractor por el camino para saber que no necesitaría excesivo esfuerzo para comunicarme con otros seres vivos. Pero mejor así, disfrutando de mi día a día en el campo, solo, asumiendo el falso sentimiento de que el virus habría contagiado a todos los seres humanos del universo menos a mí, como si no me hubiera encontrado.

Ya estoy en una edad en la que rozo el perfil de mayor peligrosidad y eso me mantiene aún más aislado, la preocupación de los demás por mí crea una película protectora. En realidad, creo que todos los cambios se han producido ahí fuera, aquí pocos: me levanto, disfruto del campo, como, leo…y con el mundo exterior, ese que ahora está contagiado, me relaciono a través de mis pequeños aparatos inteligentes. Igual que siempre.

No puedo hablar, algo molesto hay en mi boca, en mi garganta. Pero he despertado lo suficiente como para poder entender parte de lo que se dice en mi entorno. Me han despertado para extubarme. Hay un circulo de personas con batas de distintos colores alrededor de mi cama. Oigo perfectamente sus palabras, aunque tengo la sensación de estar saliendo de un lugar oscuro y sin sonidos. Dicen que la perfusión ha de terminar y que he de respirar por mí mismo, que tengo que poder hacerlo. Alguien pide una nueva medición de O2 y me extraen sangre del brazo, de una vía colocada en la arteria radial, oigo comentar.

Mientras ellos se ocupan de mí, yo sigo atravesando la puerta de esa estancia con mis recuerdos... 

 

Pero no sé lo que hay

más allá del rio de Murakami,

de esa fuerte corriente profunda y fría

que separa también para mi

la Nada de la Existencia

y la duda me congela

en esta orilla insuficiente, baldía.



...Ya no sé si hace mucho tiempo o poco que decidieron sacarme ese molesto tubo de mi garganta. Todo sucede aquí en una especie de nube de tal manera que no está claro qué es lo que sucede antes y qué después. Una doctora o enfermera me coge mi mano y me mira. Yo la pregunto por lo que me ha pasado, que cuantos días llevo aquí. No sé si creerla cuando me dice que hace más de dos meses que me ingresaron. Que el maldito virus me había atacado fuerte...

(Continuar su lectura en "Fisuras")






"Fisuras" está a punto de salir. Se trata de una nueva colección de veintiún relatos cortos. "Contagio" es uno de ellos...


Ricardo Garcia-Aranda

No hay comentarios:

Publicar un comentario