Hace
ya algunos años tuve la ocasión de participar en una tertulia en un restaurante
de Barcelona en la que compartí ideas con un exministro conservador de trabajo,
otro sindicalista, un expresidente de la cámara de comercio, un alto
representante de la patronal catalana y dos empresarios más. Ya tuve que
escuchar entonces esto de que el mercado de trabajo no podría asumir la
pretensión de las mujeres de encontrar espacios laborales para desarrollar sus
vidas y las de sus familias. El empresario que tal cosa decía desarrollaba su
teoría de que era necesario parar los avances que se habían conseguido en ese
terreno y esperar mejores tiempos para continuar en ellos.
Recuerdo
que el exministro de trabajo conservador y yo nos miramos con gesto de asombro.
¿Cómo atajar esa forma de pensar?
El
problema no era debatir sobre ideología, ni siquiera sobre machismo. Era y es
un problema cultural, de educación, de inteligencia.
Que
el señor Rosell, actual presidente de la CEOE se confunda en estas diatribas no
es sólo un problema de sus ideas conservadoras, que se le suponen. Ni siquiera
se justifica en posibles posiciones machistas de éste caballero, bastante
probables. El problema es la tremenda incapacidad para plantear situaciones con
un mínimo de conocimiento en materias tan obvias como la igualdad de derechos
de todas las personas para reivindicar sus espacios en la vida, incluido, ¿cómo
no?, el espacio laboral como medio de desarrollar las propias esencias vitales
y de cubrir las necesidades propias y de quienes dependan de ella.
Ya
lo sabíamos, y se vuelve a confirmar: tenemos unos responsables de la Patronal
bastante “cortitos”, con poca capacidad para desarrollar ideas, con un nivel de
inteligencia demasiado escaso para lo que necesitan estos tiempos. Mire usted,
Señor Rosell, necesitamos de ustedes soluciones, al menos el intento. Ideas
para crear puestos de trabajo para todos y para todas. Espacios de producción,
para que sus afiliados ganen dinero y nosotros y nosotras, empleo.
Porque
además, puestos a echar las culpas a la mujer del exceso de demanda de mano de
obra para la poca oferta laboral que ustedes crean, podemos también
reprocharlas que coman y se vistan a costa del poco salario que ustedes están
dispuestos a darnos. Lo mismo si es para menos bocas se convierte en un salario
suficiente. Yo creo que además no debieran conducir por las ciudades y así no
acumulan contaminación por encima de la que “inevitablemente” provocamos los
hombres trabajadores.
Sr.
Rosell, esto de que haya mujeres es una verdadera lata, si, al menos, se
dedicaran “a lo suyo” y no molestaran.
Soy
consciente de mis evidentes exageraciones, hasta el punto de parecer que trivializo sobre un problema tan serio. Pero Sr. Rosell, es usted el que me
las ha provocado y le cojo aún más manía por ello.
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