viernes, 28 de julio de 2017

Yo maté a mi hijo.

Ricardo Garanda Rojas (@rgarciaaranda)


El periódico no lo aclara, pero estoy seguro de que Maria Luisa, de Torres de la Alameda, si hubiese tenido posibilidades habría dicho en el juicio:"no perdamos el tiempo, si, yo maté a mi hijo".


A buenas horas mangas verdes va el juez, el fiscal, sus otros hijos, la gente en general  a explicarle a esta señora de ochenta y cinco años lo que está bien y lo que está mal. Pero a veces las leyes no coinciden con la realidad de dentro, esa que solo cada uno y, en este caso cada una, conoce a la perfección.

No cuenta detalles el periódico, esta es una pequeña historia que solo merece media columna, y en ese espacio caben pocos detalles, pero tenemos los suficientes.
No sabemos que habrá sucedido con el padre de la víctima, pero no está en la historia. No sabemos cuántos hijos más tiene la "asesina", pero hay algunos más.
Hijos que imaginamos normales, con razonable capacidad física, con visión suficiente como para visualizar los entornos todos, los agradables y los menos, hijos con capacidad de escuchar cuando alguien te habla, o te grita o te susurra, e igualmente capacitados para expresar con su voz sus voluntades, sus opiniones, sus deseos, sus desagrados. Hijos más o menos completos.

No como el muerto, un hombre del que su madre ha cuidado durante 64 años, incapaz de cuidarse por si mismo porque el buen hombre era un discapacitado físico, y ciego, y sordo y mudo.

La "Asesina" de 85 años ya hacía tiempo que se sentía incapaz para esta misión e intuyo que debió decir: "hijo, ya está bien, vámonos los dos" y agregaría que ella podía caer cualquier día y entonces ¿a ti quien te va a cuidar? Tus hermanas y tus hermanos. No van a saber. Unos fármacos machacados y diluidos tendrían que haber servido para la despedida de ambos, fue suficiente para él, no para ella.

El minúsculo artículo no nos explica si el fallecido tenía alguna capacidad de decisión. De ser así lo mismo fue él quien le dijo a la señora: "Madre, yo ya me quiero ir de aquí". Más que decírselo, indicárselo, ya que ha quedado claro que era también mudo.

Seis años de internamiento pide el fiscal para una mujer que mata a un hijo por amor y quiere ella misma morir por cansancio.

Y además, como queriendo hacerla un favor, alegan el atenuante de enajenación síquica. ¿De verdad? Yo creo sinceramente, desde la distancia, solo conociendo la historia,  que Maria Luisa sabía muy bien lo que hacía, no necesita atenuantes, sino misericordia, y que con ella la dejen en paz. Si la obligan a vivir, que al menos la dejen en paz.

Comprendo que haya quien diga que sólo dios decide entre la vida y la muerte. Que me permitan discrepar. ¿Qué dios iba a cuidar de ese hombre si Maria Luisa fallaba?

En esas circunstancias yo solo me atrevería a soñar con tener el mismo valor, coraje se llama. No sé que resolverá el juez, pero ya le digo que, con lo que me cuenta el periódico, yo la admiro, señora.

Mis respetos.



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