miércoles, 20 de marzo de 2019

¿Vuelven los tiempos de plomo?





Juego sucio con el titular, lo reconozco. En realidad es una pregunta a la que quiero contestar convencido de mi respuesta: ¡¡NO!!
Porque también podía haber titulado esta columna con otra pregunta: ¿Vuelven los tiempos de la duda? Y ahí mi respuesta sería ¡¡SI!!

¿Quieren Historia?, de acuerdo, tengámosla, que para eso solo me falta recordar lo que ví y lo que oí en el contexto de la Transición y de los apoyos y desafectos al texto Constitucional, la norma que aún regula nuestro sistema democrático.

Ahora que hay hijos no reconocidos (porque ellos no confiesan el origen de su paternidad) de aquel Partico Comunista, disconformes con cómo se hicieron las cosas, es cierto que desde ese espacio se defendía la tercera opción, la de la ruptura total con el franquismo, en lugar de la alternativa de la reforma que buscaba el consenso, esencialmente desde la Moncloa, dónde gobernaba Suarez y desde la sede del PSOE, que, desde Suresnes, dirigían Isidoro (Felipe González) y un tal Alfonso Guerra, entre otros. Pero también es verdad que, a pesar de esas diferencias, hubiese sido muy difícil, por no decir imposible, la transición política que tuvimos si el PCE no hubiera decidido que podía valer la pena explorar ese camino siempre que se mantuvieran las alarmas.


En el otro lado la satisfacción tampoco era “para lanzar cohetes”. La matriz del P.P., Alianza Popular practicó el primer ejercicio democrático interno (divisese mi cara de ácida ironía). Su líder, Fraga Iribarne,  quería serlo de toda la derecha española y para eso tuvo que esforzarse en contra de sus principios franquistas y pedir, en tono bajo, el "Sí" en el referéndum. Unos cuantos le apoyaron, pero otros, como don Federico Silva Muñoz y el señor Fernández de la Mora, decidieron que eso era una traición a las esencias morales de la patria y apostaron por la oposición a la magna carta. Por su lado, otro grupo, encabezado esencialmente por el toledano Licinio de la Fuente decidió que “ni chicha ni limoná”, que la abstención era una honrosa salida. Siempre fue un poco ligero el hombre de Noé. Y fué por esta tercera opción por la que se decidieron la mayoría de los seguidores de A.P.
En aquellos momentos, en Castilla había un jovencito que prometía maneras y que anduvo predicando en los medios, tertulias y plazas un "NO" rotundo a esa traición contra el franquismo que suponía el texto constitucional. Luego le conocimos, se llamaba José María Aznar y fue el refundador de Alianza Popular, ahora con el nombre de Partido Popular.

Todo esto nos sirve para plantearnos que lo mismo es verdad que, en aquel momento, algunas cuestiones se cerraron en falso. Otra cuestión es valorar si de verdad había posibilidades de hacerlo de otra manera sin entrar en una confrontación violenta de las dos Españas. Personalmente siempre defendí que se hizo lo mejor posible y lo sigo defendiendo. Pero claro, en esa defensa, ni a mí ni a muchos miles de españoles con sentido crítico, se nos ha escapado nunca el convencimiento de que vivíamos una situación de provisionalidad en los equilibrios ideológicos. ¿Cuándo iba a saltar por fin la extrema derecha, hija del franquismo no defenestrado, camuflada en ese maremágnum del Partido Popular?

Porque en toda Europa han ido avanzando, más o menos según las circunstancias, organizaciones políticas supremacistas, racistas, machistas, anti europeístas y militaristas. En toda Europa menos en España. No era normal. Pero aquí tenemos un problema mucho más grave que en el resto de Europa.

En Francia, en Alemania, incluso en países dónde esa extrema derecha ha tocado poder, asumen un límite: el sistema democrático. Con él ascienden, en él se expresan, es en ese contexto dónde defienden sus ideas y se hace fuertes. Las elecciones les darán más de esa fuerza o se la quitaran, esos partidos lo saben y lo asumen. Pero en España se está produciendo un colapso a esa lógica: Hay candidatos de VOX que aspiran a la vuelta del Franquismo, de la dictadura, de la No Democracia. Como muy bien dice Iñaqui Gabilondo, representan justo lo que los españoles quisimos desterrar. Y añado yo,  incluso desde ideologías claramente conservadoras.

A mí me parece que esto no es democráticamente aceptable. Entre las varias reformas que va necesitando la Ley Electoral, es imprescindible legislar que nadie pueda utilizar la democracia para intentar destruir el sistema democrático. Después de estas elecciones puede que vuelva a haber militares pro-franquistas en el hemiciclo, sólo faltarán Blas Piñar y los cuarenta de Ayete para rememorar la historia más viejuna.

Todos los Partidos que se consideren defensores de la esencia democrática que defiende nuestra Constitución debieran estar de acuerdo con esto. Sin embargo parece que no es así. En el Partido Popular han mantenido una confusión ideológica importante durante todos estos años y ahora no comprenden dónde están las líneas rojas. Ciudadanos ni siquiera tiene ideología propiamente dicha, parece más bien una agencia de poder con instrucciones de conseguirlo al precio que sea, y su liberalismo se define con el “todo vale”. De otra manera no sería comprensible la manera con la que estos dos partidos están allanando el terreno a estos anti constitucionalistas que son los líderes, y supongo que las bases, de VOX. Lo de Andalucía ha sido un claro ejemplo.

Comprendo la ironía del citado Gabilondo cuando dice que estas cosas le rejuvenecen. Yo sé que en realidad le entristecen mucho.

Y a mí también.

Ricardo GAranda (@rgarciaaranda)

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