martes, 24 de septiembre de 2019

¿Por qué iba yo a abstenerme?


 Ricardo GAranda (@rgarciaaranda)



Es obvio que los políticos de PSOE y de U.P., según parece, no han sido nada eficaces para llegar a un acuerdo y conseguir que los españoles tengamos un Gobierno constituido y funcionando.

También podemos pensar que en España aprobamos con nota el primer curso del comportamiento democrático, pero se nos atasca el segundo nivel, el que se refiere a ponerse de acuerdo entre opciones políticas distintas cuando los beneficios de la gobernabilidad lo requieren.

No son los políticos, somos todos, somos todas. Exigimos a los representantes de nuestro partido político preferido de izquierdas que llegue a un acuerdo para gobernar. Pero no queremos unir nuestro destino con el de los otros.
La gran mayoría de las bases de Unidos Podemos nunca ha deseado juntarse en un gobierno con el partido de Pedro Sánchez. Igualmente, una importante mayoría de las bases militantes del Partido Socialista tampoco se siente nada feliz en pensar que para gobernar necesita un pacto con la organización de Pablo Iglesias.
Por lo tanto, aceptemos que las direcciones de ambos partidos han hecho lo que sus bases deseaban: No llegar a un acuerdo para gobernar. Aunque eso supusiera crear el grave problema que supone tener políticas y gestiones importantes atascadas. Entre ellas las de paralizar unos dineros públicos urgentes para cubrir servicios de primera necesidad.
Son los militantes de los partidos, y, en buena parte, los votantes quienes no quieren acuerdos con fuerzas distintas, salvo que hagan y digan lo mismo que ellos.
Tenemos que madurar este aspecto, pero mientras tenemos un serio problema.
Fotografía de los firmantes de los Pactos de la Moncloa
Y, de momento, la única, y no es mala, solución es la que nos ofrece la esencia del sistema democrático: VOTAR.
Si, votar de nuevo, expresar en las urnas nuestra voluntad. Con alegría o con cabreo, pero votar, una y mil veces si fuese necesario. Porque si no lo hacemos, simplemente negaríamos la solución a un problema que, en gran parte, hemos creado nosotros mismos.
Está muy bien y da que pensar la historia que el Nobel Saramago nos cuenta en su novela “Ensayo sobre la Lucidez”. En ella plantea la tesis de ¿Qué pasaría si todo el mundo votara en blanco una y otra vez? ¿Qué pasaría? Bien se supone que los políticos tomarían consciencia de su torpeza, no sabemos si sabrían mejorar o no. Pero también hemos de dar por supuesto que nuestro problema, el nuestro, el de los hombres y las mujeres de a pie no se solucionaría, más bien al contrario, se agravaría hasta niveles vitales.
Pero esto lo sabemos todos y cada uno de nosotros. Entonces ¿por qué ese empeño de algunos medios de comunicación, de algunos seudo-politólogos en hacer de la Abstención una opción más? ¿Acaso pretenden que nos abstengamos unos para que ganen otros?
¿Por qué iba yo a abstenerme? Porque estoy disgustado tras el frustrante fracaso en las negociaciones entre partidos políticos. Mi verdadera frustración sería que, ante un problema como este, no pudiera votar de nuevo, lo que supondría no poder unirme a los millones de españoles y españolas que hemos de solucionar esta crisis de la única forma posible: VOTANDO.
Votando y asumiendo que me tengo que poner de acuerdo con los contrarios. Y, al día siguiente, ya veremos.



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