miércoles, 10 de mayo de 2023

Una Caricia en la Memoria

 Ricardo GAranda, 080523

Tras “De Hombres y Sirenas” (http://garandaromero.blogspot.com/2019/04/de-hom  bres-y-sirenas.html) Carlos L. García-Aranda nos propone su segunda novela con la evidente intención de que disfrutemos con su lectura, y, al menos en lo que a mí se refiere, lo ha conseguido. “Una Caricia en la Memoria” es una magnífica historia en la que el autor sabe contraponer lo más rancio de nuestras tradiciones rurales con la belleza limpia del arte, de la música sublime.

Ambas novelas tienen similitudes importantes, aunque las historias no tengan nada que ver. Cuando leí la primera escribí: “De Hombres y Sirenas es una historia sobre una época de este país en la que, si todo era duro, ser diferente era peligroso. Pero también es una historia de amores y desamores, de encantos y desencantos. De encontrar o no encontrar la Sirena y volar con ella al infinito.”

Algo muy parecido podría escribir ahora sobre “Una Caricia en la Memoria”. Salvo que “la Sirena para volar con ella al infinito” ahora es la música. Pero la gran diferencia está en una figura que en ambas aparecen: la Madre, en la primera fue la gran protección del protagonista, comprensión dónde más hacía falta y visión espiritual en el centro de aquel infierno: “el arte es el único reflejo del alma que se nos permite mostrar a los seres humanos”.

Bernarda, la Madre en esta segunda historia tiene un papel más central que aquella, y al contrario de ella, totalmente castrante.

Carlos L. García-Aranda traza una historia dramática, pero perfecta, sobre tres pilares: Bernarda, que representa la vida rota en la que se ocultan, hasta la amargura, los sentimientos ante, primero, la obligación de cumplir los deseos de sus padres y, segundo, la de aparentar lo correcto, lo tradicionalmente correcto en una sociedad rural cerrada y marcada por las apariencias.

Elisa, la hija, perseguida día a día por estas obsesiones de su madre. Tiene que elegir entre seguir los pasos que ella le marca o volar, volar, volar a encontrar las notas musicales en el viento. “Mi madre me quitó muchas cosas, me quitó la identidad…me quitó a mi hijo….Pero hay algo que no pudo quitarme: la música”

El tercer pilar es la propia música. Hasta el punto de que, como lector, uno ha de asumir la duda de si no ha sido embaucado y surge la pregunta que, sin duda, haré al autor: ¿Es esta novela una excusa para potenciar el espíritu de la música?

“Para Elisa” (no creo que sea casualidad el nombre de la protagonista), “Claro de Luna” los tres movimientos de “Sonata para piano nº 14”, “Casta Diva” de “Norma” y su propia sintonía, porque la vida de Elisa se va anotando poco a poco con las teclas del piano como si de un diario se tratara. Todas las músicas que se van citando sonaban en mi spotify mientras leía la novela Todas, menos la sinfonía-diario que va escribiendo la protagonista. Supongo que esa se la reserva el autor para sí mismo.

Es la historia de Elisa, de sus éxitos y sus frustraciones, de sus sueños y sus duelos, Pero, al igual que en su primera novela, es la historia de la incomprensión, de la dureza y cerrazón de una vieja cultura intransigente, dura, muy dura, enmarcada en una tradición religiosa, irrespetuosa con la libertad: “Cuando tuve mi primer periodo, mi madre me dijo que las mujeres habíamos nacido para sufrir, que nuestro destino era buscar a un hombre que nos mantuviera y aceptar el sufrimiento….sufrimiento, lo que yo necesitaba porque me hacía sentir viva. Me hacía sentir que estaba cumpliendo mi papel en la vida.”

La acción está situada en un ficticio (o no) pueblo toledano a la ribera del Tajo, entre finales del siglo pasado y lo que llevamos de este. Pero da igual, podría ser en cualquier otro hábitat de la zona rural y en cualquier otra época, de hecho, esta historia uno se la imagina en unos años más lejanos, cuesta creer que, en esos años tan cercanos, pudieran ocurrir algunas cosas de las que se cuentan.

En esta novela, hasta los personajes secundarios exigen lágrimas, especialmente dos de ellos: La Consuelo y la Flechas, “el odio que crea odio”.  Y el drama de Juan Luis…No es de extrañar que el autor necesite 666 páginas. Os aseguro que las llena todas, sin paja.

Hay que leerla.


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