viernes, 4 de agosto de 2023

Cuando ya no sea Yo (Muerte digna)


Ricardo GAranda 040823 


Voy vaciando mi casa a la par que mi mente se queda vacía.

Vacío de mi casa,

vacío de mi mente,

vacío de mi yo que de puntillas dejo de ser yo.

(C.E.  ”Voy vaciando mi casa”)

 

Carme Elías, actriz, participante en 40 películas, 25 programas y series en TV, y 48 obras de teatro, ha tenido que parar.

Y nos lo cuenta en su libro “Cuando ya no sea Yo”, el producto de su decisión de hacer público su estado, enferma de Alzheimer. Lo quiso contar porque pensó que le vendría bien para sobrellevarlo, y si eso ayuda a alguien más, pues perfecto.

El título del libro es muy expresivo y enfoca perfectamente el resumen de lo que en él podemos leer. Acompañada por su amigo Al, que así llama a su enfermedad, nos va narrando un poco de su vida, sin entrar en muchas profundidades, y lo hace con el urgente deseo de contárnoslo mientras pueda, mientras Al no se imponga y sea irreversible el no recordar nada y el confundir todo. Se muestra muy agradecida a la gente que le ha ayudado en su vida, la que ha estado a su lado, también nos cuenta los dolores sufridos como consecuencias de decepciones personales. Pero en los casos negativos ni siquiera cita nombres. Como si quisiera irse retirando poco a poco dejando la orilla de arena con la suavidad del mar cuando va bajando la marea. Nada de olas bruscas. O como ella misma dice: “A mi amigo Al no se le notan sus malas formas. No es ruidoso y no duele. No te parte el corazón y no te deja el cuerpo dolorido ni la autoestima en la basura. Es muy discreto, simplemente te va abandonando de puntillas: un día se lleva una muda, otro día algún abrigo, otro día calcetines y así hasta que el armario se queda vacío”

Conoce la enfermedad, es totalmente consciente del proceso que va a sufrir y, a pesar de ello, a veces se sorprende. “¿No habrá un error de diagnóstico?”. Ella se encuentra bien y le extraña que se vaya a encontrar mal. Lo detectaron por ser actriz, necesitaba mucho de la memoria para su trabajo y ésta comenzó a fallar, ya no retenía en la cabeza la literalidad de los textos como hacía antes.

Aunque el título del libro es perfecto, podía haber tenido otro: “Muerte digna”. O tal vez los dos: “Cuando ya no sea yo, quiero una muerte digna”. Es su gran deseo expresado al final de su historia, ha dejado claro, por escrito y verbalmente, firmado en los departamentos burocráticos correspondientes, que ella no quiere seguir viviendo cuando la enfermedad la anule, cuando comience a “desaprender” cuando ya no conozca a su gente más próxima, cuando la vida sólo sea física porque ya no será vida, si no la sabes, si no la comprendes, si no la sientes. Se lamenta de que no vayan a servir de mucho sus deseos en una España dónde solo en teoría es posible acabar voluntariamente con una vida que no es vida, se teme que sus firmas expresando su profundo deseo terminen siendo “papel mojado”.

Su último capítulo está dedicado especialmente a esta idea, a este imperioso deseo, y lo reivindica: “Quiero, pido, exijo una muerte digna”. Y no lo pide solo para ella, es consciente, y dice que lo es, que hay muchas personas en situaciones parecidas a la suya, con diagnósticos distintos, pero con un mismo deseo reivindicativo: “Muerte digna, por favor. ¡Maldita sea, todos a una!”

“Cuando mis palabras se enrosquen en un idioma indescifrable,

cuando mire sin ver,

cuando vea sin mirar, vagabunda, ajena a lo que sucede,

cuando me duerma recién vestida

o me despierte recién dormida,

cuando reaccione a un sonido amable

o me asuste una vaguedad indescifrable,

cuando mi cuerpo no responda a un estímulo

aunque obediente se pliegue al sonido conocido,

cuando las voces amadas no me arranquen una sonrisa

o las poesías preferidas ya no rieguen mi rostro

con gotas suaves como caricias,

entonces, quiero una muerte digna.”

(C.E. “Y pido una muerte digna”)

 

¿Cómo no vamos a leer esta historia? No diré yo que sea una gran obra de la literatura, pero sí que es una gran lección de vida, escrita en primera persona por quien sabe que la suya, poco a poco, se escapa.

Si, conviene leerla.

 


5 comentarios:

  1. Una historia oportunamente traída.

    La ley de muerte digna extiende derechos.

    Todas las personas que necesiten acogerse a la ley, podrán hacerlo, pero no se obliga a nadie.

    Morir dignamente es tan importante como vivir dignamente.

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    1. Totalmente de acuerdo. Pero, como la propia Carme dice en su libro, "estamos aún en la prehistoria con este tema". Avanza la ley, pero no las mentalidades.

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  2. Queda mucha pedagogía por hacer. Recientemente en una conversación una persona me dijo que la ley de eutanasia está hecha para quitar de en medio a los ancianos. Traté de razonar con dicha persona y tuve que dejarlo por imposible.

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    1. No trates de convencer a un necio siempre quedará encima. Perdida de tiempo.

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  3. Ví una obra de teatro (monólogo) que interpretaba el mismo médico al que acusaron por haber cumplido con la voluntad de una paciente, antes de que la ley existiera, y es un personaje muy interesante, y la reacción del público, al que se invita a que hagan de jurado, también es muy interesante, ya que todo el mundo comparte sus historias. Estoy totalmente de acuerdo.

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