miércoles, 1 de junio de 2016

Cazorla

Hace años, cuando estuve por primera vez, me prometí que volvería. Y he vuelto.


Me estoy refiriendo al Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas,  mas de 200.000 hectáreas de naturaleza en la provincia de Jaén. Mi primer contacto hace ya unos años, una estancia de fin de semana en un Parador escondido en lo más profundo del parque.




Este año, y aprovechando la conjunción de las festividades del corpus y del día de Castilla-La Mancha, que nos han propiciado un puente interesante, hemos decidido volver.
Y la primera sensación, es la de los tremendos contrastes que el parque proporciona. Pasar de paisajes ásperos y duros, poblados por millones de olivos que se retuercen sobre la tierra reseca, a un entorno de media y alta montaña, cuajado de pinos, helechos y agua por doquier no deja nunca indiferente.

Como ya he comentado, son más de 200.000 hectáreas, inabarcables, y con una oferta para los sentidos francamente desbordante.


Ríos, arroyos, embalses, presas, cascadas. Disfrutar de aguas cristalinas, ríos trucheros, rutas a lo largo de cerradas y gargantas... todo eso, y mucho más es posible.
Aquí nace el Guadalquivir, y aquí he encontrado otro Guadiana, el menor, en un valle semidesértico, a pocos kilómetros de embalses y cascadas.


Cuevas donde las aguas verdes y transparentes se mezclan con los exvotos de devociones marianas, y las excursiones de pensionistas se mezclan con los sonidos de los pájaros que anidan en el interior de la cueva.
Arroyo Guazalamanco, cerrada de la peña en Castil, embalse de la Bolera, Cueva del Agua, o la cerrada de Elías en el curso del río Borosa forman parte de la galería de esta entrada.


El verde lo inunda todo. El agua, los pinos, los helechos, y el sonido del agua silencia por momentos el girigay de la nube de pájaros que se adivinan entre las ramas de la fronda.


Para poder llegar a ciertos lugares, ha sido necesario construir pasarelas que literalmente sobrevuelan los cursos fluviales, facilitando el acceso a cañones donde florecen especies endémicas como una variedad de planta carnívora que se agarra a las rocas más húmedas para sobrevivir de los insectos que se quedan atrapados en su hojas pegajosas.


Y en el Borosa, las truchas se enseñorean de las pozas de color de jade donde nadan con total libertad, sin miedo a los pescadores, ya que es un río de pesca sin muerte.


A pesar de haber recorrido kilómetros y kilómetros de sinuosas y serpenteantes carreteras, y caminado un montón de senderos, sigo con la sensación de que me queda mucho por conocer. Creo que no será la última vez que paseo por estos lares.


Pero hasta entonces, me conformaré con algunas de las imágenes que me he traído de allí como recuerdo. Aquí os comparto algunas. las que tienen que ver con el agua. Quizás mas adelante, repesque otras instantáneas de este viaje. Pero hasta entonces, me despido esperando que te haya gustado este paseo por Cazorla. Hasta la próxima. Chaaaaoo!!


JOSE LUIS ROMERO
@romerojl


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