domingo, 11 de marzo de 2018

“El Diario” De “Pesadilla en Zocodover”


No es de duelo el silencio, es de culpa, mujer.
Es duro confrontar, complicado denunciar, la cobardía es un escape natural a nuestra incapacidad de afrontar el daño ajeno. ¿Qué somos?

En un capítulo del libro “Pesadilla en Zocodover” cuento la historia de un diario que termina bruscamente en un poema inacabado con una firma de sangre. Un diario que narra ilusiones de juventud y la obcecación de un amor que niega la realidad de la ofensa física y moral.


Es un caso más, calcado de los miles de casos de la vida asiduamente anormal. El daño producido por la mano machista que maltrata y mata.

Un Diario escrito es lo que queda de Pilar. Lo encontramos, lo leemos, conocemos parte de su historia y se ensombrece nuestro espíritu ante esta realidad repetida. Porque de una realidad se trata por mucho que mi historia sea inventada e inventados sean, igualmente, los nombres de sus protagonistas. Es una historia que nace de sangres reales, de dolores ciertos, de desesperaciones evidentes y en las que la ficción no es más que un recurso del narrador..

“El Diario” sitúa la acción en el mismo Toledo de la “Pesadilla”, cerca de Zocodover, poniendo por testigo a las piedras de las fachadas de la calle Cervantes, por dónde pasan los cómplices que con su silencio no permiten una lucha frontal contra los maltratadores asesinos. Cuento aquí su ubicación con la esperanza de que pensando en esquinas reales situemos mejor nuestros rincones de oscuridad y silencio.

Pilar podía haber estado el pasado día 8 en cualquiera de las manifestaciones que se desarrollaron por las calles de nuestras ciudades. No, no estaría, tendría miedo. Tal vez sus amigos sí podrían haber estado, preguntándose ¿dónde está Pilar?, como si no lo supieran. Y desde una esquina un hombre (no el hombre), uno sólo, enfadado por escuchar tantos gritos contra él por no reconocer su papel de anticuado y egoísta verdugo.

Pilar podría haber estado en las calles, gritando por su libertad y su vida, pero el miedo no le sirvió de nada y el diario se quedó a medias, con la firma de unas gotas de sangre.

Ricardo G-aranda (@rgarciaaranda)

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