viernes, 15 de septiembre de 2017

El otro Referendum


 Ricardo Garanda Rojas (@rgarciaaranda)



Vivimos tiempos en los que simplemente expresar la palabra “utopía” provoca sonrisas.
Sonrisas tristes, de espíritus entregados al vulgar y deprimente acontecer cotidiano. Vencidos.


A estas alturas de civilización, dónde todo está supeditado a las posibilidades económicas de cada individuo, de cada colectivo, de cada país, hay mucha gente  que poco se preocupa por los niños y adultos que están muriendo o malviviendo en muchos países de lo que por separar y marcar distancias se sigue llamando “el tercer mundo”. La misma gente que se rasga sus vestiduras si se produce un atentado terrorista aquí, dentro de sus políticas fronteras, pero que no se inmuta en exceso si los muertos se producen allí, en otro país, lejos de nuestra casa. 
Esa gente que está tranquila cuándo le informan que esas guerras se encuentran muy lejos de dónde van a comprar el pan cada día, que las masacres de los componentes de unas sectas, de unas religiones contra los de otras se producen muy lejos de dónde  toman la cerveza y la tapita. 
Esas gentes a las que les parece perfecto que los refugiados por guerra o por hambre se mantengan alejados del colegio de nuestros hijos, y que nos cuenten lo menos posible sobre las condiciones de vida que se desarrollan en los campos dónde los retienen, porque al fin y al cabo, están lejos, creen en otros dioses y hablan otros idiomas. 
Esa gente que mientras salga agua girando su grifo entiende que el sol y la ausencia de lluvia es “el buen tiempo” …

Salvo para quien lo sufre directamente, a muy pocos más le importa realmente que haya millones de familias que no obtengan los ingresos necesarios para dar de comer decentemente a sus familias, para pagar sus hipotecas, para cubrir mínimas necesidades sanitarias cuándo la pública no llega o se atasca. No quiero ni comentar si esta situación se produce entre poblaciones de otros países, entonces ya sí que nos encogemos de hombros como gesto de nuestra incapacidad para comprender que las fronteras no son humanas, son políticas, administrativas, pero no humanas.

¿Es una utopía tratar de luchar contra todo esto? Yo no os voy a oír, pero contestad en voz alta, por favor, haced ese ejercicio, que os oigáis vosotros y vosotras, ¿Es una utopía?

Ahora mismo hay muchas personas que, por su aparente perfil ideológico, tal vez se respondan “no” a mi pregunta, pero al mismo tiempo militan y luchan por conseguir más fronteras, y la causa que la mayoría expresa es clara: “Si nos independizamos podremos vivir mejor que ahora, mejor que vosotros”. Me produce mucha tristeza.

No es que sean estúpidos nuestros políticos de forma exclusiva, es que estamos consumando una civilización humanamente estúpida y todos y todas vamos a tener que reconocer nuestra parte de culpa. Tal vez no demos más de sí, o tal vez si, si valoráramos más concienzudamente la necesidad de esforzarnos.

Voy a proponer algo con la esperanza de que dentro de dos, tres, cuatro generaciones alguien con más influencia que éste humilde soñador llegue a repetirlo. Planteo la necesidad de hacer "el otro Referendum", uno de ámbito mundial, que voten todos los hombres y mujeres de los tres o cinco mundos que haya, y los niños y niñas, que voten también. Y los locos y las locas, que voten. Que también lo hagan los presidiarios y quienes no hayan votado nunca en su vida. Todos los hombres, todas las mujeres del Mundo han de votar en un Referendum en el que se diga SI o NO a las fronteras, a todas las fronteras, las existentes y las proyectadas.

Fuera cual fuera el resultado, al menos en la campaña los defensores y los detractores tal vez conseguirían hacer desaparecer muchas de las fronteras del espíritu y el intelecto con las que ahora nos autooprimimos.

Dos finales, elige el que quieras.
1.-¿Utopía? En todo caso parecida a la de quienes se juegan todos los días su vida para buscar lo que creen que es “un mundo mejor”. Tal vez un día lo encuentren.
2.-¿Utopía imposible? Pues vale.



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