viernes, 22 de septiembre de 2017

Dos Novelas, dos Mundos

Ricardo Garanda (@rgarciaaranda)


Dos Novelas, “Todos los Nombres”, de José Saramago, y “Rendición” de Ray Loriga.  Dos mundos.

Solo tienen en común su antítesis,  al final una novela te deja con las ganas de evolucionar, de salir del agobiante mundo en que Saramago nos coloca, y, por el contrario, la angustia se convierte en desesperanza ante la evolución que nos propone Loriga como inevitable.


La Conservaduría General del Registro Civil es el sitio donde trabaja D. José, el protagonista y el único nombre que aparece en toda la historia de “Todos los Nombres”. Es un sitio horroroso esta Conservaduría, opresiva, oscura y jerarquizada hasta el máximo extremo. D.José vive allí mismo y así su existencia es tan gris como esa oficina en la que, no solamente no existe un ordenador, sino ni siquiera una máquina de escribir. Pluma y fichas. Si la tradición nos dice que siempre se han hecho las cosas bien, pues lo razonable es hacerlas como se hicieron siempre, ¿para qué correr riesgos de ineficacia en una evolución?.

Saramago opone a ésta mohosa realidad colectiva la rebeldía personal de D.José. Encuentra una historia humana totalmente ajena a él y a su vida, ajena también a la seudorealidad que vive en la Conservaduria. Investiga la vida y la muerte de una mujer cuyas fichas, primero  la de la vida y después la de la muerte, caen casualmente entre sus manos. En realidad no es que le importe demasiado la persona que investiga, pero necesita hacer algo distinto, fuera y en contra de las normas, salir de una vida anodina hasta la opresión. Necesita palpitar por algo y, a su manera, lo consigue.

El personaje de “Rendición” recorre el camino totalmente opuesto. Como consecuencia o por la excusa  de una larga guerra, es trasladado junto con lo que queda de su familia, desde la Comarca en dónde ha vivido toda su vida, a un mundo idílico, trasparente, PERFECTO. Es un mundo totalmente orwelliano, dónde no se necesita intimidad y por ello todo es de cristal, las casas, las oficinas y otros lugares de trabajo, los espacios deportivos, absolutamente todo. Y no hay olores, nadie ni nada huele a nada, y no hay tristezas, ni quejas, ni reivindicaciones de ningún tipo. Cualquier sentimiento queda eclipsado por una alegría ilimitada que acompaña a los personajes durante todas las horas del día. Al contrario que el mundo de “Todos los Nombres” aquí no hay ninguna jerarquía, al menos aparentemente. Nadie toma decisiones, nadie gobierna, todo funciona con pequeñas decisiones que toman y asumen entre cada colectivo afectado.
Entre dudas de cordura o locura, nuestro personaje se va hartando de no ser capaz de rebelarse, de no sentir siquiera un ápice de los sentimientos que recuerda de cuando vivía en la comarca. Descubre la causa que les convierte a todos en personas estúpidamente alegres y satisfechas e inicia esa rebelión. Pero la Evolución no tiene marcha atrás, un nuevo mundo ha llegado y es imprescindible la aceptación personal de cada individuo.

Dos mundos y en ambos el protagonista quiere abandonar el suyo. El de Saramago porque es demasiado antiguo, claramente involucionado, el de Ray Loriga porque no se adapta a una evolución tal que desaparecen todos los problemas que se nos puedan ocurrir, pero también los sentimientos.

Ambas novelas me han gustado, la de “Todos los Nombres” me parece la más floja de todas las que he leído de José Saramago, pero la manera que este hombre tiene de contar esas historias inexistentes, dando vida y argumento a simples sentimientos de sus personajes, y la heterodoxia con la que utiliza el lenguaje, además de sus golpes de inteligente humor (en esta menos), la hacen perfectamente recomendable.

“Rendición” me gusta supongo que por las mismas razones que les debió de gustar al jurado del Premio Alfaguara de novela de este año. Porque con un lenguaje muy cercano expresa sentimientos sencillos, populares, fácilmente reconocibles para nosotros que chocan contra otros absolutamente irreconocibles aún. Y así nos sitúa ante una futurible realidad dónde el individuo, sus peculiaridades, su personalidad,  desaparecen a favor de un colectivo con una existencia absolutamente plana.

Buenas lecturas que dan que pensar.




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