viernes, 9 de enero de 2015

Mi carta

LA COLUMNA DE LOS VIERNES



Mi Carta
 

No hay fiestas como las de Navidad, todo el mundo entusiasmado con ellas, qué pena que haya que esperar todo un año para que se repitan. Cómo diría una amiga mía, ¡Me Parto!


Voy por la tercera línea y ya me habéis calado. Es verdad, hay algo que me molesta de éstas fiestas, lo reconozco. Tal vez sea que me aburro como una ostra, no sé. Quizás me cabreo porque quería ir a Londres con mi hija y no he ido, tal vez. La verdad es que no quiero ni pensar que la razón sea la evidente y absoluta falta de criterios democráticos en nuestros comportamientos de estos días. 


Desde que va empezando diciembre, todo comienza a funcionar (por decir algo) con otras directrices, otras pautas, otras reglas, las de la tradición. Magnífica palabra que anula tantos debates sobre la bondad o la maldad de nuestros actos. Es la tradición, nada más que hablar. 


Pues ahora me pongo borde y digo yo que ni reyes ni magos, las falsas ilusiones prefabricadas eternamente por mis antepasados y aceptadas fácilmente por mis coetáneos. Bastante tengo con mis propios sueños, ya de por sí difíciles de enmarcar.


Pero, como no quiero seguir pareciendo un viejo gruñón llevacontrarias, voy a plantear yo también mi carta. Eso sí, como empiezo a odiar esto de la tradición y tengo un gran respeto por los protocolos democráticos, mis peticiones se las voy a dirigir a quienes tenemos que elegir dentro de unos meses en las urnas. A ellos es a quienes voy a pedir que ayuden, desde el poder que le otorguemos a cada uno  (vuelve a no haber una), a cambiar este mundo, con peticiones facilitas, que tampoco llego yo más allá.




Queridos futuros responsables de la cosa púbica:


A los Rajonyanos estoy por no pedirles nada, total no son capaces más que de traer desgracias, lo único que les pediría es que vayan haciendo las maletas, con mucho ojito de lo que meten dentro, que los candelabros y la cubertería no son suyos, y mientras tanto que no hagan nada, que nos dejen como estamos….


A los santos Pedro y Pablo sí que les voy a pedir, les veo con ganas de agradar y vamos a ver si aprovechamos el tirón. Sólo cinco cositas, seamos disciplinados, a ver si por pedirles la luna nos dejan a oscuras.


Uno:  Quiero que salvéis la vida a los enfermos de Hepatitis C. No es tolerable que en un sistema dónde, teóricamente, todo se controla a través del dinero, dejemos morir a gente porque su medicina es cara.  ¿Qué carajo de control es ese?.  Tal vez, en el actual decálogo liberal se llega al extremo de plantearse “que viva el que pueda”. Pues esto hay que cambiarlo, ¿vale?


Dos: Y ya puestos, quiero que pongáis los medios necesarios para curar también al resto de los enfermos y las enfermas que están en éste País. A niños y ancianos, nacionales y extranjeros. Es la vida humana, se trata de la vida humana. ¿Os enteráis? Porque los de ahora no se coscan.  La gestión de los hospitales ha de dirigirse a salvarlas, no a buscar fórmulas para que unos cuántos se enriquezcan.


Se nos están yendo gran parte de una generación de doctores y doctoras. Pido que vuelvan, son nuestros, nos han costado un pastón y ahora tienen que curarnos.


Tres: Sin Trabajadores, queridos Pedro y Pablo, no hay Estado, y con trabajadores explotados no hay sociedad sostenible. Por eso en esta carta pido que ustedes se vuelvan a sentar con quienes entienden de éste mundo del trabajo y solucionen esto de manera razonable, no con leyes que traten de impedir las protestas que sin duda se producirán si no se toman mi petición en serio.

Por eso afanados futuros gobernantes, próceres indiscutibles de éste magnífico País, les pido que rechacen frontalmente el acuerdo que se está cociendo entre Europa y EEUU, el TTIP y que sitúa las decisiones de las grandes multinacionales, obsesionadas con ganar más y más para que sus accionistas ganen más y más, por encima de las leyes de los países dónde se implantan. 


Señores, no se líen con las amenazas, en último extremo piensen que siempre será más soportable un grado de pobreza que un grado de esclavitud.


Cuatro: Una Sociedad que no valora por igual las capacidades de la mujer y del hombre, será una sociedad coja, tuerta, manca, a ver si me entendéis: medio inútil. Y no queremos eso ¿verdad?. Pues poneros las pilas, que no os oigo hablar del tema, cómo si careciera de interés, y esto mosquea, porque sería seguir como ahora y necesitamos mujeres capacitadas que nos ayuden a salir de éste barrizal. Y están ahí, escondidas, cerca, en vuestros partidos, en los sindicatos, gritando en segundo plano, como pidiendo permiso…


Cinco: Sensibilidad que ahora no se tiene. O me traéis sensibilidad o os mando a la mierda. Sensibilidad con los más débiles de nuestro entorno, los ancianos, los niños, los enfermos. Sensibilidad con los del tercer mundo, que las están pasando pero que muy putas. Sensibilidad con los animales. Esas barbaridades que se siguen haciendo, en las plazas de toros, en las plazas de los pueblos y en cualquier otro sitio. Eso, sencillamente ya no puede ser, la idea de tradición no puede cubrir ésas masacres, no puede ser la excusa. Y si lo es, tendréis que renunciar a esa tradición. 


Y os pediría muchas más cosas, no veas, miles. Pero no quiero abusar, que otros ya pedirán lo suyo. Si cumplierais estas cinco peticiones ya iríamos bastante mejor. Venga, Alberto, échales una mano, que tú eres majo.


Con un buen pedazo de todo esto y mi atleti ganando otra vez la liga, yo ya…, ya yo….



Ricardo Garanda Rojas


@garciaaranda

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