jueves, 28 de julio de 2016

Todos seremos Cómplices

Ricardo Garanda Rojas (@rgarciaaranda)


Este Partido Popular no puede gobernar.

Y en mi aseveración ahora no influye que no goce de mis simpatías ideológicas, ni que considere muy negativas las consecuencias que sus políticas están teniendo sobre las clases trabajadoras de este país. Esos argumentos son los que me hacen no votar por ellos, pero ahora estamos hablando de otras cosas.

El Partido Popular es una organización sobre la que pesan claros indicios y acusaciones jurídicas de actuaciones claramente ilegales, prohibidas por la legislación española.

Y además hay cientos de responsables políticos de éste Partido que están acusados, implicados y condenados por diversas actuaciones ilegales, muchas de ellas con un objetivo claro de beneficio propio en perjuicio de la sociedad que se supone representan.

El Partido Popular mancha la pureza de una sociedad democrática. No debiera ser ni consentible ni asumible. Y no lo debiera ser porque éticamente, al menos a mi me lo parece, es totalmente incompatible con la acción de gobernar, de administrar nuestros bienes, nuestro futuro, de garantizar conceptos tan democráticos como la igualdad ante la ley y ante los demás, la libertad de pensamiento y expresión, la seguridad ante quienes pretenden que todo esto sea de otra manera.  De garantizar los niveles necesarios de cuidados sanitarios, educativos, de protección en nuestros últimos años de vida. Es incompatible, no es objetivamente fiable éste Partido Popular.

Pero ellos no asumen ni la más mínima autocrítica, quieren gobernar, quieren ponerse a España de escudo protector, caiga quien caiga y nos cueste lo que nos cueste. Por tanto la responsabilidad recae en el resto de la representación parlamentaria. Esa representación de variadas ideologías, de distintos objetivos políticos, todos ellos democráticamente válidos, representación también de muy distintos ámbitos geográficos. Todos ellos tendrían que tener ahora mismo en sus mesas un mismo punto en común: No dejar el Gobierno de España en las manos de un Partido acusado claramente de corrupción e ilegalidades de todo tipo. Sería una grave irresponsabilidad de quienes tal cosa permitan.

Si al final se consiente tal error ético y social, todos serán cómplices de la situación, y por ende nos convertimos todos los españoles y todas las españolas que hemos votado en cómplices, indirectos pero cómplices. Estaremos permitiendo que nos gobiernen desde la sospecha eterna, continua, permanente de corrupción.


Llevamos varios meses con las matemáticas a cuestas, y con los vetos y con las lágrimas de cocodrilo de si hay o no hay que repetir las elecciones. España en éstos momentos lo que necesita es una coalición contra la corrupción para que volvamos a creer en nosotros mismos y en nuestras posibilidades reales de salir de éste agujero. El PP desde el poder, no solamente no luchará en ésta línea sino que continuará trabajando en seguir alimentando una conciencia de los ciudadanos cada vez más laxa, menos beligerante contra los abusos del poder.

A estas alturas de la historia ya me sorprende negativamente que esta situación no se haya solucionado desde el minuto uno en el que existían posibilidades de hacerlo. Me sorprende muy negativamente que el concepto de la ética política no figure en un lugar más destacado de los decálogos de cada uno de los partidos.
En éstos momentos, la necesidad imperiosa no es exactamente que haya gobierno, cualquier gobierno, si lo es que haya un gobierno “decente”, éticamente fiable y aceptable.

Neguémonos a ser cómplices.




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