MÁS DE CIEN PALABRAS Y UNA MIRADA
El banco
Frío.
Como cada noche de los últimos meses, hacía mucho frío. La
noche ya era oscuridad cerrada cuando salió afuera. Como cada noche.
La hierba, helada y escarchada, crujía bajo sus pasos. Le
gustaba pasear por la noche. Abandonar el calor del hogar encendido y salir a
refrescar las ideas. A poner en orden la tormentas que se agitaban en su mente.
Le relajaba pasear en la penumbra de aquel pueblo medio
abandonado. En cierta manera el pueblo era como él: con estancias vacías y sin
almas. Rumiaba su soledad paseando por las calles desiertas.
Como cada noche, cuando terminó su paseo se acercó a su
banco. El mismo de cada noche. En aquel rincón apenas iluminado.
Y allí se sentaba. Como cada noche. Contemplando el cielo
estrellado a través de las ramas desnudas de los árboles helados. Estrellas que
brillaban como agujas de hielo clavándose en su mirada.
Allí se enfrentaba a sus fantasmas. Como cada noche.
Conjuraba los demonios que le habían llevado hasta allí. A la soledad. Soledad
elegida. Soledad impuesta. Soledad al fin y al cabo.
Como cada noche esperaba que la otra parte del banco se
ocupase. Que alguien aportase algo de calor a esa eterna noche gélida en la que
se había convertido su vida. El frío se había instalado en su alma para no
marcharse. Como cada noche, esperaba en vano. Nadie vendría a hacerle compañía.
Nadie aparecería para compartir el banco. Nadie vendría esa noche.
Como cada noche.
Y como cada noche, cuando ya no queda nada más que esperar,
una solitaria lágrima surca su rostro cristalizándose de inmediato ante el frío
que se había instalado en su vida…
JLROMERO
@romerojl
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