LA COLUMNA DE LOS VIERNES
Prólogo al Diario de un Sindicalísta
Hoy no quiero hablar de fútbol, se me ha pasado la euforia.
Y es una pena, porque insisto en que esto del fútbol es un buen método para
discutir (¡¡Oh, gran placer!!) y aún así hacer amistades. Pero estoy
desmoralizado por un par de razones que atentan directamente contra mi espíritu
idealista, también en esto.
Lo que hoy quiero contar es que si yo conociera a un
Sindicalísta dispuesto a escribir la historia de su vida y su trabajo, del
compromiso entre ambos. Si ese Sindicalísta se atreviera a pedirme que le
hiciera yo la introducción, el prólogo a su historia. Y si, además, yo tuviera alguna idea clara
para hacerlo le diría que yo pensaba que
“el Falcao” luchaba por una meta deportiva, una magnífica, la de jugar
en la Champions
y pasar a la historia luciéndose ahí, contra los mejores. Pero no, solo la
pasta y nada mas que la pasta. Ignorante, se arriesga a pasar a la historia como un “pastoso” del
montón. Pero, eso sí, pasará a la historia y el Sindicalísta lo tiene bastante más
crudo.
Diría en ese prólogo lo mismo que le dije a otro, éste real:
que él ha estado siempre ahí, y siempre estará aunque ya no ejerza. Le diría
que el Sindicalísta está en el conflicto, de manera continua, no es que se
acerque, no es que intervenga en él, es que vive en él. Y ahí tiene que manejar
todos sus sentimientos: alegrías, frustraciones, alegrías de los demás,
frustraciones de los demás. Profesional de la empatía, experto en compartir
ilusiones.
Pero en el fútbol nada de esto, la gente triunfa socialmente
sin necesidad de grandes altercados emocionales. Menos mal que nos queda Del
Bosque, priorizando el sentimiento. Es de los antiguos y dice cosas que me
suenan a gloria: “es de los nuestros”, “es imprescindible que los que estén lo
hagan ilusionados…” ¿Cuándo empezaron a acabarse estos tipos en el fútbol?. Ya
sé, cuándo hubo presidentes que entendieron que no eran negocio, que así no se
conseguían riquezas en los traspasos, ni en publicidad, ni en nada. Que el
negocio no está tanto en la partida, sino en el movimiento de los peones.
Para terminar el prólogo, si éste fuera posible, tendría que
reconocer que el Sistema tiene algunos problemas serios con los Sindicalístas.
Mejor dicho, no es “el sistema” éste realmente queda reforzado, especialmente
en la necesidad de controles democráticos. Son los que se creen ser los
“sostenedores” de ese sistema los que realmente preferirían que no hubiera
Sindicalístas, se escapan a su control, no los controlan con planteamientos
partidistas, con chantajes ideológicos, ni con otros sistemas al uso.
En esta época de capitalismo desacerbado, el poder, el gran
poder necesita controlar todo y lo hace con su gran arma: el dinero. A veces
por exceso y otras por defecto, a unos hinchándoles y a otros vaciándolos. Y
este desequilibrio está absolutamente asumido por la enorme mayoría. No por los
Sindicalístas, por eso resultan incómodos.
Por esos excesos no me gustaba a mi el Madrid; buscar éxitos
deportivos a base de talonario, en lugar de gastarse ese dinero en formar
creadores de éxitos. No soporto el modelo y ahora el Barça hace lo mismo, ya lo hacía antes
pero parecía que ahora ya no. El gran
fichaje, el escaparate, el gran movimiento de euros…A las camisetas del futuro
hay que ponerles otro número y lo de vivir de la cantera les da la riqueza de
espíritu pero no la que interesa. “la pela es la pela” también aquí. Como diría
mi hija: ¡qué fuerte!. El año que viene os ganamos.
Y mientras se asume esta barbaridad, que fácil es atacar a
los que se dedican a lo contrario, a defender la ética cotidiana, a defender a
los trabajadores, cada vez más vulnerables. A convertir este lodazal en algo
mínimamente aceptable.
Terminaría ese poco probable prólogo con las palabras de
Iñaqui Gabilondo: “…que bien asfaltado les estamos dejando el camino a quienes
realmente nos explotan cada día.” .
Pues eso.
Ricardo Garanda R.