Ricardo GAranda (@rgarciaaranda)
Un domingo por la tarde
de esos días inidentificables entre el fin del agotado Verano y el principio
del tímido Otoño te persigue la idea de la existencia de tus dos vidas, incluso
de la conveniencia de que ambas compitan para hacer viable la expresión de una
compostura aceptable ante el deseo de apartarse y la necesidad de continuar a
pesar de todo.
Un domingo por la tarde
de esos en los que parece que el mundo entero se rinde para allanar el camino y
hacer menos dramática la presencia del sacrificado y triste lunes, nada te
satisface más que encerrarte en tu melancólica existencia mientras paseas por
las calles vacías del pueblo que te vio nacer y la vio vivir.
Con una de tus
vidas sonríes a las pocas personas con las que te cruzas. No sólo porque es lo
que esperan de ti, sino también porque comprendes que ellas no tienen la culpa
de que tu otra vida esté mohína y barruntando tristezas irresolubles.