Ricardo Garcia-Aranda. 230322
Hace unas décadas tuve la oportunidad de pasar unos días en Dajla, uno de los campamentos que el Frente Polisario creó en la parte argelina del desierto del Sahara. Vivian en jaimas, grandes tiendas de campaña con colchonetas en el suelo que se esparcían de noche y se recogían de día. Algunas cocinas de adobe en el exterior, algún colegio, más cerca o más lejos del Campamento, y pocas instalaciones más. Pero, desde el primer instante, no fue esto lo que más me preocupó. Los que íbamos hasta allí, sabíamos ya de estas exiguas instalaciones y también intuíamos que, con el tiempo, podrían ir mejorándolas, como parece que así ha ido ocurriendo.
Lo
que realmente ya entonces resultaba preocupante era pensar en las pocas
posibilidades que el pueblo saharaui tenía para avanzar en el camino de sus
reivindicaciones: La solución de NNUU en base al referéndum de
autodeterminación ya tenía palos cruzados en sus ruedas cuando se estaba negociando y no estaba claro
que alguna Institución Europea o Mundial estuviera en condiciones de presionar
suficientemente a Marruecos para que esa vía avanzara.
En
esa situación el temor es que, sin salida, el pueblo saharaui en el exilio
siguiera en él, en medio del desierto, de manera “sine die”. Pobreza, sin
medios de producción, dependientes de la solidaridad de la ONU y de algunas
organizaciones no gubernamentales y, tal vez, de algunos gobiernos. Sin futuro.
Ahora ya llevan en esa situación casi cincuenta años, los malos augurios se han ido haciendo realidad y la sensación de que el
futuro de este Pueblo sigue estando tan negro como entonces, debiera ser cada
vez más acuciante.
Pero
es que, además, hay otros factores que hay que valorar, alguna pregunta a la
que hay que dar respuesta: ¿Hasta cuándo las relaciones internacionales de España
con sus vecinos del Magreb pueden seguir hipotecadas por un grave error que
cometió la España franquista? Importantes son los problemas de frontera con
Marruecos, importantes los acuerdos sobre la compra de gas con Argelia. ¿O es
que no nos parecen lo suficientemente importantes como para poner todas las
cartas encima de la mesa y concretar un marco de buenos y estables compromisos?
Aunque
lo decía en el contexto de otras cuestiones, me interesa la reflexión del
portavoz de Esquerra Repúblicana en el Congreso, Gabriel Rufián, en el sentido
de que, estando muy bien la dedicación de la política gubernamental a defender
las cuestiones morales, ya era el momento de pasar también a dedicar esas
políticas a la utilidad. Y podríamos concluir, en esa línea, que establecer
unas relaciones estables con Marruecos es algo tremendamente útil para España.
¿Autodeterminación
para ser un País independiente o Autonomía dentro del Estado Marroquí? Quienes
aún crean que lo primero es posible, harán bien en seguir defendiéndolo. Pero
para quienes consideren que esa vía está absolutamente muerta, el avance en una
legislación que permita un cierto nivel de Autonomía para el Pueblo Saharaui,
dentro del reino de Marruecos, parece un oportuno mal menor, como salida.
No
se nos debe escapar que. en un régimen tan poco democrático como el que dirige
el rey alauita, es difícil esperar una autonomía con las necesarias
competencias como para ser atractiva desde los puntos de vista política, social
y humana. Su calidad solo podría avanzar en la medida en que avanzara el nivel
de democracia de Marruecos. ¿Difícil es luchar en las calles por el avance de
esa democracia? Sin duda, pero, volviendo a las reflexiones anteriores,
infinitamente más difícil parece el éxito de la lucha por la independencia.
En
España sabemos algo de esa lucha para que la democracia avance. Y también sabemos algo de las consecuencias de
la lucha por la independencia como medio de separarse de un Estado dictatorial,
en el origen de la reivindicación.
¿Que
la forma como se ha planteado la iniciativa del Gobierno en este asunto es
francamente mejorable? Parece que sí y las formas tienen también su importancia
en un sistema Parlamentario. Pero a mí me sigue pareciendo de mucha más
trascendencia el debate sobre el fondo, cuando en ese fondo se mueven
cuestiones tan fundamentales para el futuro del Pueblo Saharaui y para la
estabilidad de las fronteras españolas, que son, no se nos escape, fronteras
europeas.
Por
cierto ¿Qué piensa Europa?