Quiero volver a reivindicar, una vez más, la defensa de la ideología que todos y todas tenemos. Al fin y al cabo, tal concepto que tanto miedo da a según quien, es la expresión de nuestras prioridades personales y sociales, y el resumen de lo que nos gustaría en el futuro para nosotros mismos y nuestros semejantes.
Un Relato, una novela,
por muy bien que esté trazada la trama y por mucha emoción que traslade en su
argumento, si sus personajes son planos, desubicados de su espacio social, será
muy difícil que deje poso tras su lectura. Lo normal es que se convierta en una más y quede
en el almacén de nuestra memoria tras el letrero de “el resto”.
Reivindico la defensa de la ideología en la que creo y procuro rodearme de gente con la que pueda debatir detalles sobre la política necesaria para poder aplicar esa ideología, al menos poder intentarlo.
Ricardo GAranda (@rgarciaaranda)
Mis experiencias son
casi todas como la de la presentación de mi libro de relatos “Pesadilla en
Zocodover…”, antes en Sonseca, y el pasado miércoles 26 en el salón de la
Biblioteca Regional de Castilla la
Mancha, ubicada en la fábrica de El Alcázar, en Toledo. Compartir el entusiasmo
del hecho creativo ha sido para mí siempre un enorme placer. Que mi creación
sirva para que otras personas, además de yo mismo, desarrollen su capacidad de
comunicación es un buen objetivo en sí mismo.
Pero la comunicación no
puede estar exenta de ideología, de ser así el mensaje siempre estaría vacío.
Sería invisible e impermeable a los sentimientos del lector, del espectador, del
oyente.
En una de las plataformas
de escritores independientes en la que participo se convocó hace poco un
concurso para recopilar pequeñas creaciones literarias. Creo que el objetivo
es publicarlas en una colección producida por la propia plataforma. Una de las
pocas condiciones que se ponen es que no se tocaran temas políticos ni
religiosos. Vamos, que se desideologizaran las creaciones. Que los escritores y
las escritoras que participen se olviden de juzgar o valorar lo que
cotidianamente ocurre a nuestro alrededor. O, lo que es peor, que lo hagan en
base a algún tipo de protocolo lineal que no esté en absoluto influido por las
creencias del propio autor o la propia autora.
Eso, sí, se espera de
estos "neutrales" autores que acompañen sus escritos con alguna reflexión
genial ¿Cómo?¿Sin expresión de ideas subjetivas?
Lamentablemente, este
que pongo es simplemente un ejemplo. Parece como si deseáramos decidir que el
pensamiento más profundo es no tenerlo.
La ideología, en temas
políticos, religiosos, sociales, etc., es la esencia que diferencia un ser
humano de otro y debiéramos estar ansiosos por expresar la nuestra y conocer la
de los demás. Por eso mismo es igualmente, además de escribir mejor o peor, de
tener más imaginación o menos, una esencia que hace que algunos escritores y
algunas escritoras sean nuestra referencia, como autores y como lectores.
Si un escritor o una
escritora no expresa su ideología (y digo siempre ideología, no partidismo), de
forma directa o a través de sus personajes, ¿de verdad espera ser referencia
para alguien? Me temo que no, por muy bien que enlace las frases y mucha
imaginación que tenga.
"Pesadilla en Zocodover" (foto Botika) |
El perfil ideológico de
los personajes es clave en las buenas novelas clásicas. Repasad todos los
ejemplos que queráis.
Este autor que ha
escrito y ha presentado en público “Pesadilla en Zocodover…” sitúa a través de sus personajes su propia ideología y la contraria sobre
los exiliados, la violencia de género, los marginados, la eutanasia y el
suicidio, el reto ante la Naturaleza, la defensa de los animales, la soledad…
A este autor le parece
imposible escribir poesía ni prosa sin expresar sus ideas más claras o más
dubitativas sobre estos y otros temas. ¿De verdad se puede hacer de otra
manera? Yo no lo veo.
Si algún día llego a
escribir una novela (admiro a quienes lo hacen) os aseguro que los personajes
de la misma serán fácilmente identificables. Salvo si alguno se basa en mí
mismo, en cuyo caso necesariamente tendría que mostrar su absoluta confusión.