Ricardo GAranda (@rgarciaaranda)
…Silencio duro de miradas duras
que ofende ya desde la niñez.
De mirada vieja sin resistencia
que no mira,
salvo solo a ese vacío
en el que viaja, tal vez,
tu impotencia...
Cuando yo escribí esta estrofa perteneciente al poema “Es falso el silencio del miedo”, no
estaba pensando en el tema al que finalmente apoyó en el libro de relatos “Pesadilla en Zocodover…”, sino más bien en una ya antigua preocupación
que siempre he tenido sobre un colectivo
de personas en el mundo rural sobre el que muy poquito he oído hablar.
Pareciera que la existencia de personas homosexuales era y es una exclusiva de
las grandes ciudades “donde todo cabe”. Un doloroso silencio ha aplastado esta
realidad durante muchos, muchos años, en las sociedades de las poblaciones
rurales.
Todos conocemos a alguien que, ante esta situación, se fue a vivir a
otros ambientes en la gran ciudad, pero ¿y quienes, por una razón o por otra, se quedaron en ese ambiente menos
permisivo, más influenciado por la asfixiante presión de ideologías
conservadoras y religiosas?