Ricardo G-Aranda Rojas (@rgarciaaranda)
Si, te hablo a ti,
hoy
que te atreves a mirar
cicatrices
recorriendo tu cara y tu espalda,
marcas
de horror de conciencia alterada,
de
engaños, quimeras falacias…
V. Contreras Vacscom
“-Necesito
decirlo, necesito contarlo, no aguanto más, y ¿a quien mejor que a ti? Fue
cuando tenía quince años…” (“Cauces”, de Cristina Jiménez)
“El
sonido de la bocina resonó sobre las vías de Atocha anunciando la llegada del
cercanías de las diez y cuarto…”(“El viaje de Angela”, de Alberto
Rueda.
“Inés
se atusa el flequillo frente al espejo del recibidor. Con gran esfuerzo, se
cuelga el bolso en el hombro izquierdo – el derecho le duele tanto que parece
que le estuvieran arrancando las fibras musculares una a una-, y se anuda la
bufanda al cuello…”(Yo
solo quería ver el Mar” de Alicia Dominguez”)
“De
aquella noche de invierno solo recuerdo que las gotas de la lluvia golpeaban
los cristales de mi ventana con increscendo violento…(“A mi no me
tocas más”, de Isabel Mata)
“La
cartera de plástico tenía un dibujo de Superman. Nico se soltó de la mano de su
abuela y se la colgó del hombro…(”Cuatro Sílabas” de Teresa Maldonado)
“Conchita,
que me traigas el pescado, joder…” (“Con un par de tacones” de Lydia
Tapiero)
“Un
día, a principios del mes de Julio, bajo un calor sofocante, Carolina –Carol,
como todos la llamaban, él también- caminaba deprisa… (“Hasta aquí”,
de Myriam Cobos)
“Su
muñeca volvió a casa hacía ya dieciocho años, once meses después de casarse,
con el vientre lleno de esperanza y el corazón desolado…(”Una muñeca con
gafas de sol”, de Mercedes Pinto)
“El
golpe más duro es una palabra hiriente clavada en un corazón vejado…(“Tatuada en el
alma”, de Ruthy Garcia)
“-¡Dejadme
en paz con mi dolor!...(“¿Mi príncipe azul?, de Adolfo Pascual