Ricardo García-Aranda.
Resulta, como mínimo, sorprendente escuchar como distintos y acérrimos defensores del “ya lo hacemos nosotros, no necesitamos a España” lamentar por las esquinas que no sea el Gobierno central quien decida limitaciones y restricciones en nuestro comportamiento social para tratar de paralizar el avance del Covid19.
Este Gobierno Central
propuso en su día el Estado de Alerta al Parlamento y este lo aprobó y fue
ampliando con la oposición frontal de la derecha. A requerimiento de ésta, el
Tribunal Constitucional declaró ilegal tal medida y propuso que las restricciones
debieran aplicarse de manera proporcional a la situación en la que cada
territorio tuviese su nivel de riesgo e implantación del contagio viral.
Ahí están las reglas del
juego, marcadas por el máximo tribunal de nuestro sistema democrático,
apliquémoslo en cada Comunidad Autónoma según las necesidades que, política y
técnicamente, se consideren. Creo que no es necesario trasferir desde el
gobierno central nada, parece que todo lo necesario para este fin ya está
trasferido.
El Gobierno de la
Generalitat así parece que lo entendió, pero da la impresión de que a la hora
de la verdad les tiembla el pulso, preferirían que las medidas más impopulares
las decida el Gobierno Central. Da grima escuchar a la alcaldesa de Barcelona
decir que si fuera de Catalunya no se avanza en las mismas restricciones que
dentro, el esfuerzo puede resultar baldío. Claro: ¡no hay fronteras! Pero ni
las hay con Aragón ni con Andorra o Francia. La movilidad es un problema para
todo el mundo, lo ha sido siempre, pero parece que la señora Alda Colau lo
acaba de descubrir.
España es un Estado
Federal, por mucho que aquí lo llamemos Estado Autonómico. Sus leyes y las
respectivas aplicaciones de las mismas, son muy poco centralistas y así lo
hemos ido queriendo. Todos los partidos políticos, excepto VOX, han expresado
siempre su apoyo y voluntad de que así sea. Hasta el PP ha apoyado una enmienda
de Compromis para dotar más económicamente el desarrollo de las lenguas. Seamos
pues consecuentes.
Toca ir asumiendo en cada
ámbito la responsabilidad de quienes gobiernan. Las pautas generales, después
de casi dos años, están claramente marcadas ¿o no sabe todo el mundo cuál debe
ser su comportamiento? Son los gobiernos autonómicos quienes tienen que
concretar normas e instrucciones para que esas pautas se cumplan, poniendo los
medios imprescindibles para ello, como lo es el necesario reforzamiento de los
centros de Atención Primaria. porque en un Estado Federal son los gobiernos
autonómicos quienes tienen que desarrollar sus competencias sobre las materias
trasferidas.
En la teoría
constitucional damos toda la impresión de entender cómo es esto de las
Autonomías y sus competencias, pero en los momentos de ponerlo en práctica
surge el conflicto: los gobiernos de cercanía suelen escudarse en el gobierno
central, que es el malo, el que obliga, el que no nos da suficiente dinero… Ay,
el dinero. Puedo rebajar los impuestos y quedar de maravillas ante los
ciudadanos y las ciudadanas que me votan y luego pedir más fondos a “Papá
Estado”.
Puedo, en el caso que hoy
nos ocupa, esperar que sea el gobierno central quien decida las represiones y
nosotros lavarnos las manos e, incluso, expresar en voz alta que no estamos de
acuerdo.
Porque esa derecha,
gobernando varias autonomías, estuvo en contra de la imposición de medidas
restrictivas por parte de, no ya del gobierno, sino del Parlamento, dónde las
votó en contra, y ahora está en contra de que no se impongan. ¡¡Cielos qué
horror!!
Pero estos desequilibrios
entre lo que defendemos y lo que queremos aplicar no se producen solo entre
partidos y gobiernos autonómicos. Es curioso el nivel de Jacobísmo que rezuman
gran parte de las opiniones de una cadena de radio tan progresista como la
Cadena SER, al menos en su programa matutino, empezando por su línea editorial.
¡Qué empeño en que el gobierno Central hace dejación al no decretar medidas
coercitivas para todo el país!
La descentralización de
España es un Pacto Constitucional, pero el Centralismo es una obsesión de la
que no conseguimos liberarnos. Esta mañana he llegado a oír, de la boca de un
pedante pensador, que “el Cine” es cosa de la ciudad. La ignorancia del listo.
Paciencia.