Nuestras fisuras: libritienda.com/inicio/1539-fi
Cada historia es una exposición de maquinaria humana puesta en funcionamiento. Vidas que en algún momento de algún lugar pueden haber sido reales. Y las introducciones poéticas suponen la válvula de acceso al sistema sanguíneo de cada una de ellas.
La mayoría de estos
relatos han sido creados en los “tiempos del virus”, en los que se ha puesto a
prueba, minuto a minuto, nuestra necesidad de tener miedo de los demás como
medio de subsistencia. Aislamiento mental, más que físico, reduciendo las
esencias de nuestra vida social a recelosas reuniones en las que huimos de la
frontalidad, esencias temerosas, casi esperando perdón por parte de quien
tenemos delante, por el hecho de estar ahí.
Pero con pandemia o sin
ella, en estos tiempos de grandes avances tecnológicos y enorme déficit
humanístico, para contar historias de humanos se puede hacer desde la
contundencia del reproche o desde la misericordia de la complacencia. He
querido ser autor que trata de compensar ambos aspectos, mis personajes reciben
para sus imperfecciones el perdón del imperfecto, pero también la crítica del
descontento.
Trato de evidenciar fisuras,
pero solo unas poquitas, una milésima parte de las que rasgan nuestras
relaciones, sentimientos y comportamientos en el engranaje social. “#Quedateencasa” fue un bien intencionado
lema cargado con una pizca de prepotencia y aquellos personajes de “Mañana será
otro día”, inquilinos del frio, la lluvia y las estaciones del metro o de los
cajeros automáticos tenían algo que decir al respecto.
“Contagio” es la batalla física, la enfermedad desde dentro, desde
el lecho, desde el miedo del ataque vital. Con victoria o con derrota.
“La Leyenda del Palacio de Linares” y “El Accidente” nos hablan de las heridas que los inconscientes y
egoístas comportamientos provocan, a veces de manera tremendamente dramáticas, en
la vida o la muerte de otras personas. Esos comportamientos que queremos ocultar,
que deseamos pasen desapercibidos con el tiempo como aliado, pero que el
destino, a veces, lo termina poniendo entre nosotros y las personas a las que,
irremisiblemente, dañamos.
“El hombre que prefirió la nata a las fresas” cuenta una común
decepción, cuando fuimos descubriendo el límite a nuestras ilusiones, el
fracaso de quienes creíamos grandes espíritus. Es el hombre que se olvidó del
objetivo de sus luchas y se resignó a la vulgaridad cotidiana, renunciando al
destino glorioso que parecía perseguir y asumiendo esa comodidad forjada por
una mezcla de egoísmo con la vanidad que provoca el poder.
Pero hay también cantos a
lo ilusionante, fisuras magistralmente restauradas con la esperanza de avanzar hacia
lo mejor, como “La sonrisa del ciclista”,
con el disfrute del esfuerzo. “La
Orquídea”, el amor sin firma. O la serie “Herida” y “Quanto é bello
volare”, en los que cuando ya todo parece perdido, sin solución alguna,
surgen nuevas vidas, con la gran fuerza del amor, sobre las que habían ido
quedando definitivamente en esos precipicios del sendero.
Como resurgen igualmente
propulsadas con esa misma fuerza las vidas en “La Atalaya de los cubos de Granito” tras una larga hibernación y “Página 19”, tras la plácida pesadilla. En Frexulfe y en La
Caleta, dos
magníficos rincones para restaurar “la gran fisura”.
Apenarse ante las vidas frustradas, en “Silencio”,
Esperanzarse nuevamente con
el sueño de la libertad vital en “El
Pescador que hablaba con los peces”.
La aceptación de una
eternidad entre amigos en “La Cena”.
Y también, ¿por qué no?
un pequeño capricho futbolístico en “El
Empate”.
Y “Maimuna”, un pequeñín apunte sobre una enorme fisura: las gentes
de África en un devenir más o menos cotidiano. Una ventana desde nuestra
absoluta ignorancia sobre las mujeres, los hombres que allí viven y que
ocultamos en nuestra prepotente cultura occidental con el barniz oscuro del
estereotipo.
Como remate, quiso mi
amiga Luz que devolviéramos la vieja historia de “El Toro” en estas nuevas páginas y aquí estará también, mostrando
la tremenda fisura ensangrentada del maltrato a los animales con el único
objetivo de la diversión.
Veintiuna historias contadas
en pocas páginas cada una, para que la lectora o el lector no se canse
fácilmente de ir visualizando una importante cantidad de personajes, ficticios casi
todos ellos pero que a buen seguro reconoceremos en nuestros respectivos
entornos. Porque no son historias inexistentes por mucho que el autor se las
haya inventado.
Ricardo Garcia-Aranda Rojas (#RicardoGAranda)