Ricardo García-Aranda
Hay un verso en uno de mis poemas que sirve también para uno de mis perfiles en redes: “¿Cuántas heridas soporta un sueño?”
Porque lamentablemente
sigue siendo un sueño la esperanza de que algún día esta sociedad asuma sin
límites las diferencias entre nosotros, como condición intrínseca del ser
humano: Nadie es igual a nadie. Pero
parece que, para una parte retrógrada y, con frecuencia, desinformada, hay
diferencias que son fáciles de aceptar, sin embargo, otras desbordan los
límites de la cultura judeo cristiana que nos han ido imponiendo durante tres
cuartos de siglo.
El pasado Martes, 28 de
Junio, día de homenaje y visualización de las mujeres y los hombres LGTBI, hubo
un acto medio institucional y medio intimo-colectivo en el Ayuntamiento de la
localidad en dónde vivo, Sonseca. Tras la institucional participación de los
grupos políticos, las intervenciones de Hernán Garcia-Ochoa, en nombre del
Colectivo y el representante de la asociación Plural LGTBI de Mancha Centro,
que nos presentó un documental en el que componentes del colectivo, acompañados
cada uno con algún familiar, nos iban contando sus vivencias, confrontaciones y
avances en su lucha individual y colectiva por ganarse un respeto que siempre
les perteneció.
“Celebrar lo que somos” es el deseo
expresado por Hernán en el día Internacional del Orgullo LGTBI. Porque ahora,
aún, desde lo que son no solo han de soportar los insultos, la violencia,
incluso la muerte, de alguno de sus miembros. También la marginalidad social y
laboral, la incomprensión de gente más o menos cercana. Comportamientos
guiados, con frecuencia, por el miedo: que no influyan a los demás, a nuestros
hijos…” como si toda una vida de
comportamientos hetero nos influyera a nosotros”. Es lo que son, y está
bien que así sea, porque es correcto, está muy bien que cada una y cada uno se
comporte y se comprometa con lo que es.
El representante de
Plural LGTBI se autodefinió como un MDP (Maricón de Pueblo) y se negaba a
sentirse expulsado de su hábitat rural y refugiarse en el anonimato, esconderse
en el maremágnum de la gran ciudad. Se resiste como muchos y muchas, haciendo
caso a una de las madres del documental: “la
importancia de la lucha”. Pero no como todos ni como todas.
Escribí, hace ya más de
un año, “Silencio”, una historia incluida en mi último libro de relatos
“Fisuras” fijándome en una persona sin nombre, de mi pueblo, que estuvo toda su
vida sin atreverse a declarar en ningún momento su homosexualidad.
El protagonista comienza
así el relato: “Si, tuve amigos, pero se
fueron. Juan a Madrid, Felipe a Cádiz. Yo me quedé…/…disimulando toda mi vida”
No sé la respuesta, pero
sí sé hacer la pregunta ¿Cuántos “protagonistas” como el de mi relato puede
haber en cada una de las poblaciones rurales de este país, de este mundo? Y lo
peor es que son la incomprensión y el miedo las razones de su parálisis.
Silencio
duro de miradas duras/ que ofende ya desde la niñez./ Silencio oculto que
duele,/ de esqueletos de vidas soñadas.
Es
falso el Silencio del miedo,/ tanto como una escuela vacía/ como una estación
sin trenes, / como una guerra sin muertes…
Un año más del “Orgullo”.
Una vez más sin bandera visualizadora en el balcón de las instituciones de la capital de España, otro año con el gesto incivilizado de quemar esa bandera del
balcón del Ayuntamiento de la cercana población de Ajofrín. Desilustrados
conservadores en un caso y cafres ignorantes e insolidarios en otro: los
sunamis que aún tiene que ir esquivando el movimiento LGTBI.
Ellos y ellas, y nosotras
y nosotros.