LA COLUMNA DE LOS VIERNES
No de ahora, sino desde que hubo un gobierno, conservador
por cierto, que entendió que es imposible mantener un sistema democrático sin
la participación directa de los Sindicatos de Clase, nunca éstos llegaron a tener
amigos, ni entre los partidos políticos ni entre los medios de comunicación
social. No es nuevo el ataque, ni mucho menos. Ahora algunos se quieren sumar
al abucheo porque pretenden reinventar el mundo, obviando, eso sí, la fuerza
que sigue teniendo la tradición de la lucha de los trabajadores por sus
derechos. Pero todo el que de esos modos viene de nuevo, no tardará en darse
cuenta de que no es fácil.
Jorge M. Reverte, en su columna del País de ayer y
recordando que mañana, 24 de Enero será el 38 aniversario del salvaje atentado
que sufrieron los abogados laboralistas de la calle Atocha en Madrid, se
pregunta “¿Cómo se puede decir, si uno
es bien nacido, que aquello fue un pacto
de élites?”.
No se trata de reivindicar insistentemente el pasado y el
sacrificio de muchos y muchas militantes sindicalistas, aunque ahí está. No se
trata, ni muchísimo menos, de plantear que los viejos tienen la razón y que los
nuevos tienen que copiar. No creo que ningún viejo militante vaya a pretender
eso jamás. Pero, por el contrario, evitemos dos graves errores en los que
muchos y muchas están en la tentación continua de caer:
1.- No reescribamos la historia falseándola, para una cosa y
la contraria la historia de la lucha obrera fue como fue y ha llegado hasta
nuestros días aunque haya gente que no lo quiera ver.
2.- No hay ideología revolucionaria que pueda
triunfar sin tomar de base las reivindicaciones concretas de los trabajadores y
las trabajadoras. La vanguardia no será en nuestros tiempos una élite intelectual
que se olvide de las penurias por las que está pasando la clase trabajadora. Y quien
pretenda utilizar ésa situación como catapulta, tendrá que dar soluciones de
manera inmediata si no quiere pasar, metafóricamente, por la guillotina.
Y en estos tiempos decepcionantes, los partidos políticos
debieran ganarse su espacio mayoritario para ayudar a la ciudadanía desde el
Parlamento, porque ahí es donde se hacen las leyes, las buenas y las malas, las
que benefician y las que perjudican.
Y los Sindicatos a su función, a esforzarse en vigilar que
las leyes buenas se cumplan y que las malas puedan ser mejoradas en los centros
de trabajo. Con la Acción Sindical, la Negociación Colectiva e individual, espacio
prioritario del trabajo sindical. Y con las denuncias pertinentes ante los
Tribunales, para que valoren la validez o no de algunas leyes perjudiciales
para la clase trabajadora.
Todo ello, peleando también por conseguir un espacio social
y económico que permita avanzar mejor en ésa Negociación. Desde un Sindicato de
Clase habrá que luchar para que los recogedores de manzanas tengan mejor
salario, pero también tendrá que pelearse con el mercado para que el precio de
la manzana no sea abusivo porque, de ser así, perjudicaría igualmente a esos y
otros trabajadores. Otras organizaciones sociales y políticas no tienen ésta, a
veces ingrata, doble responsabilidad.
No contrapongamos, ni siquiera en teoría, intereses
políticos con sindicales, porque es una trampa, porque eso solo se puede hacer,
no desde conceptos políticos, sino desde intereses partidistas, y ahí los
buenos sindicatos no entran, por eso son tan poco queridos.
José Luis Gil, responsable de CC.OO. de Castilla la Mancha,
en una intervención ante parte de su militancia, muy recientita, planteó muy
bien a mi entender las reglas de juego sobre el teórico tablero. Vino a
preguntar que si en el caso de que se diera la situación de que un gobierno
conservador como el actual en ésta región estuviera dispuesto a conceder al
sindicato las reivindicaciones que durante estos cuatro años ha desatendido,
mejorando así de manera sustancial la situación laboral, social y personal de
miles y miles de trabajadores y trabajadoras, y esto estuviera dispuesto, ese
gobierno, a hacerlo una semana antes de las elecciones. ¿Qué tendría que hacer
el Sindicato?.
No pregunta José Luis cuál sería la postura de cada uno o de
cada una, sino cuál debiera ser la decisión responsable del Sindicato.
Este ejemplo puede parecer exagerado por ficticio, pero
sitúa a los militantes y a la sociedad en general, ante un debate nada nuevo y,
desde luego, nada ficticio. Hace pocas fechas CC.OO. y U.G.T. firmaron un
acuerdo con el Gobierno de la nación que beneficiaba la terrible situación de
miles de familias que no ingresaban ni un solo euro. Muchas han sido las voces
que han gritado a cuatro vientos que la ayuda era ínfima y que esto solo servía
para darle votos al partido que respalda al Gobierno. Parece que desde
posiciones partidistas pudieran tener razón, pero la política sindical siempre
ha funcionado con otras claves, en éste caso las de no perder la posibilidad de
mejorar la situación de esas miles de familias. Y si no, preguntémosles a
ellos.
Aunque ha quedado obvio, quiero hoy terminar mi artículo
como hace Jorge M. Reverte con su columna:
“Yo soy CC.OO.”
Ricardo Garanda Rojas
(@rgarciaaranda)
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