La pregunta es si de verdad la conciencia
democrática de nuestro País podrá soportar tanto abuso, tanta inmundicie
egoísta de nuestros gobernantes y gestores.
Ya cuándo el PSOE de la Gestora cometió el grave
error de abstenerse en el Parlamento para que D. Mariano Rajoy pudiese hacer
gobierno, algunos lo dijimos, yo por escrito, que estaban avalando la decisión
de que en la práctica no es un obstáculo la corrupción para poder gobernar. Se puso
el listón muy bajo y ahora hay golpes de pecho que suenan a falso.
Es verdad que hay mucha gente que sigue votando a
este Partido Popular, y lo hacen por una cuestión nada sorprendente: hay mucha
gente que no se asusta de esta corrupción porque ellos son esencialmente de
naturaleza corrupta, por un buen dinero están dispuestos a mucho, desde luego a
no preguntar de dónde sale y a quien perjudica.
Pero el Parlamento tiene la obligación de funcionar
con protocolos que garanticen la honestidad en los gobernantes, que vigilen que
la función pública no se convierta en un mecanismo de robo a gran escala. No
debieran los políticos de la oposición lavarse las manos con aquello de “si la
gente los vota”, sobre todo cuándo se da las circunstancia de que no los votó
tanta gente como para que pudieran gobernar sin el apoyo o la abstención de
otros partidos. Por acción, o por omisión, fueron estos otros partidos quienes
le entregaron al Partido Popular el poder, no los votantes.
Es así como parece que gobernar se ha convertido en
una especie de “licencia para robar”. Y la prueba de que casi todos y casi
todas los y las gobernantes del PP tienen las manos sucias es que en lugar de
tomar medidas serias para librarnos de esta tremenda lacra, sus esfuerzos se
dirigen a ocultárnosla. Por eso nombran a un fiscal que no quiere que se
investigue, y por eso vociferantes cotidianos
se alegran de que sea ése el fiscal que van a nombrar, y no otro. “Nos
irá mejor con él”. Son políticos y periodistas que obviamente prefieren tener
en la fiscalía a un amigo que pueda mirar para otro lado mientras ellos
delinquen. Y el ministro de turno, y el presidente del gobierno, nombran fiscal
a ese amigo.
Viñeta de La Rebotika |
Es verdad que hemos de alegrarnos de que aún queden
jueces, fiscales, profesionales de las fuerzas del orden y periodistas que se
esfuerzan en descubrir, denunciar y castigar a algunos de estos personajes
corruptos. Lo que ocurre es que mientras nos alegramos de ello una sombra de
tremenda duda planea ante esa honesta celebración, ¿cuántas prácticas tan
deshonestas o más que las que vamos conociendo quedan en la oscuridad, en la
impunidad más absoluta?
Algunos, muchos, hace ya tiempo que hemos perdido la
esperanza de que en el Partido Popular se pueda producir la necesaria limpieza
para aparecer ante la opinión pública como un partido realmente limpio de
corruptelas. Tal como están los entramados, esto parece más que imposible Pero
sí tenemos el derecho a exigir, como método de limpieza, que los demás partidos
actúen en consecuencia, depuren algún caso de funcionamiento anómalo que
pudieran tener en sus filas y se dediquen
con ahínco a utilizar todos los medios legales y democráticos a su alcance para
obligar al Partido Popular a dejar la gestión de lo público en manos de gente
honrada, que las hay.
Son los demás partidos, a través de sus grupos
parlamentarios, en el Congreso Estatal o en los de cada Comunidad Autónoma, en
los Ayuntamientos y en todas las Instituciones, los que pueden devolver a ésta
ciudadanía la fe en sus políticos, que es tanto como decir la fe en la
democracia.
Lo contrario es el hartazgo social y eso es un buen
caldo de cultivo para que en un futuro puedan triunfar opciones peligrosas para
el equilibrio democrático. Lo estamos viendo en otros países.
Ricardo
Garanda Rojas (@rgarciaaranda)
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