Ricardo GAranda (@rgarciaaranda)
Es obvio que los
políticos de PSOE y de U.P., según parece, no han sido nada eficaces para
llegar a un acuerdo y conseguir que los españoles tengamos un Gobierno
constituido y funcionando.
También podemos pensar
que en España aprobamos con nota el primer curso del comportamiento
democrático, pero se nos atasca el segundo nivel, el que se refiere a ponerse
de acuerdo entre opciones políticas distintas cuando los beneficios de la
gobernabilidad lo requieren.
No son los políticos,
somos todos, somos todas. Exigimos a los representantes de nuestro partido
político preferido de izquierdas que llegue a un acuerdo para gobernar. Pero no
queremos unir nuestro destino con el de los otros.
La gran mayoría de las
bases de Unidos Podemos nunca ha deseado juntarse en un gobierno con el partido
de Pedro Sánchez. Igualmente, una importante mayoría de las bases militantes
del Partido Socialista tampoco se siente nada feliz en pensar que para gobernar
necesita un pacto con la organización de Pablo Iglesias.
Por lo tanto, aceptemos
que las direcciones de ambos partidos han hecho lo que sus bases deseaban: No
llegar a un acuerdo para gobernar. Aunque eso supusiera crear el grave problema
que supone tener políticas y gestiones importantes atascadas. Entre ellas las
de paralizar unos dineros públicos urgentes para cubrir servicios de primera
necesidad.
Son los militantes de
los partidos, y, en buena parte, los votantes quienes no quieren acuerdos con
fuerzas distintas, salvo que hagan y digan lo mismo que ellos.
Tenemos que madurar
este aspecto, pero mientras tenemos un serio problema.
Fotografía de los firmantes de los Pactos de la Moncloa |
Y, de momento, la
única, y no es mala, solución es la que nos ofrece la esencia del sistema
democrático: VOTAR.
Si, votar de nuevo,
expresar en las urnas nuestra voluntad. Con alegría o con cabreo, pero votar,
una y mil veces si fuese necesario. Porque si no lo hacemos, simplemente
negaríamos la solución a un problema que, en gran parte, hemos creado nosotros
mismos.
Está muy bien y da que
pensar la historia que el Nobel Saramago nos cuenta en su novela “Ensayo sobre
la Lucidez”. En ella plantea la tesis de ¿Qué pasaría si todo el mundo votara
en blanco una y otra vez? ¿Qué pasaría? Bien se supone que los políticos
tomarían consciencia de su torpeza, no sabemos si sabrían mejorar o no. Pero
también hemos de dar por supuesto que nuestro problema, el nuestro, el de los hombres
y las mujeres de a pie no se solucionaría, más bien al contrario, se agravaría
hasta niveles vitales.
Pero esto lo sabemos
todos y cada uno de nosotros. Entonces ¿por qué ese empeño de algunos medios de
comunicación, de algunos seudo-politólogos en hacer de la Abstención una opción
más? ¿Acaso pretenden que nos abstengamos unos para que ganen otros?
¿Por qué iba yo a
abstenerme? Porque estoy disgustado tras el frustrante fracaso en las
negociaciones entre partidos políticos. Mi verdadera frustración sería que,
ante un problema como este, no pudiera votar de nuevo, lo que supondría no
poder unirme a los millones de españoles y españolas que hemos de solucionar
esta crisis de la única forma posible: VOTANDO.
Votando y asumiendo que
me tengo que poner de acuerdo con los contrarios. Y, al día siguiente, ya
veremos.
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