Ricardo GAranda 070720
Es como esos personajes de los videojuegos que va esquivando continuamente obstáculos mortales y avanza, y avanza, y avanza….
Pero no parece que haya
un botón ajeno que le haga ir girando la cadera, agachándose, saltando. Más
bien parece que todos los botones que manejan dedos ajenos son para mover las
bolas de acero, las balas, las catanas, los huracanes, los muros derrumbados.
¿De verdad aún alguien
piensa que no sacará para adelante los presupuestos y que su gobierno de
complicada coalición no aguantará los cuatro años de rigor? Tal vez sea que no,
pero yo no arriesgaría mi apuesta en ese sentido.
Parecía imposible que, en
un partido con la estructura del PSOE, tan sólida, alguien que tuvo que salir
de la secretaría general por la puerta chica diese la vuelta al edificio y
volviera a entrar por la grande con el pasillo de aplausos de la mayoría de sus
bases y con sus, hasta ese momento, poderosos detractores escondiéndose por los
rincones. Recuperó su sitio en el Partido y más tarde su escaño en el
Parlamento. Su dimisión como diputado fue como dar un paso atrás para coger
carrerilla y saltar. Y saltó.
Y con el salto consiguió
apoyos suficientes para derrocar a Rajoy en una moción de censura. Y luego ganó
las elecciones aún con su partido dividido, lo que supuso poco entusiasmo en la
campaña de la militancia y los líderes de algunos territorios.
Y después de algunos
intentos, consiguió que la derecha se despistara, que Ciudadanos se desmarcara
y él pudiese hacer un gobierno de izquierdas, en contra de un felipísmo cada
vez más rechazado entre los socialistas de bien.
Y se dedicó a hacer lo
que debe hacer un Presidente de Gobierno, gestionar el Estado con el
instrumento de un político: la Política.
En circunstancias
pandémicas nada fáciles demostró que no iba a perder el norte, ni él ni su
gobierno. Que los errores se reconocen y se corrigen, que gobernar no es un
juego de niños y que las alianzas se hacen para cada cuestión con quienes
quieren aliarse.
Con el serio compromiso
de apoyo de Unidas Podemos, ha demostrado que, si las exigencias no eran
asumibles, no era imprescindible nadie: Que Ciudadanos se hunde, queda libre el
terreno para hacer alianza de izquierdas. Que el PP exige que esa alianza se
deshaga, pues Casado y su gente cercana (muy cercana) se queda gritando en el
parlamento y en los medios sin que sus exabruptos tengan consecuencias en el
gobierno. Que Esquerra se considera imprescindible, pues un adecuado giro
político y busca el apoyo de Ciudadanos que modifica las posturas que le
hundieron. Que, el siempre serio PNV, se pone rígido, se demuestra que en el País
Vasco hay también interlocución de izquierdas en un Bildu que se esfuerza,
igualmente, en hacer política.
Esto es muy nuevo en este
País, este Gobierno sigue demostrando que, para avanzar en política, hay que ofrecer
salidas y cada partido, con el apoyo de quienes le votaron, elige su tema y el
terreno propicio.
En estos tiempos de grave
crisis de salud y, como consecuencia, económica, el Gobierno encabezado por Pedro
Sánchez ha sabido separar a quienes se mueven por mejorar la situación de los
gobernados y quienes solo buscan su espacio de futuro, sirva a quien sirva. Es
un Gobierno que ha comprendido perfectamente que para gobernar para todos en
tiempos difíciles es necesario dejarse algunas cuestiones en el camino, las
mínimas necesarias, pero sí algunas. Pero no hay Independencias ni terrorismos,
no se cruzan líneas rojas por mucho que la derecha quiera seguir asustando a
los votantes. Y, además, las medidas económicas pueden ser compatibles con
objetivos sociales, por eso la patronal está ahí, llegando a acuerdos con
Sindicatos y con un Gobierno de Izquierdas.
La derecha ya ni siquiera
puede convocar a los suyos a la rebeldía. Solo le queda a Casado el núcleo duro
de su partido y la amistad de la extrema derecha. Y D. Pedro Sánchez,
acompañado por D.Pablo Iglesias, sigue esquivando agresiones, cosechando éxitos
en Europa y avanzando hacia unos presupuestos especiales, por el momento y
porque seguirán consolidando su opción de izquierdas en el poder contra vientos
externos y mareas internas.
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