Ricardo GAranda
300820 Casabas
La cancelación de la Feria
del Libro de Madrid de este año retrasará, entre otras cosas de menor importancia, el momento de contaros unas historias que han
estado girando en mi cabeza durante un tiempo.
Algunas ya fueron saliendo en distintos momentos, otras han ido abriéndose paso en los últimos meses de este maldito 2020. Incluso, es posible que antes de que salgan definitivamente a la luz
en forma de libro, se incorpore alguna más. Tengo un pedacito de alma en
Senegal y es muy posible que de allí venga alguna vida que merezca ser contada.
Ya veremos.
De momento hay listos veinte relatos que estoy deseando ofreceros
para la reflexión y el divertimento.
Cada relato es una
exposición de maquinaria humana puesta en funcionamiento. Vidas que en algún
momento de algún lugar pueden haber sido reales. Y las introducciones poéticas
de cada una de esas historias, que algunos y algunas habéis estado leyendo en
mis perfiles durante los últimos dos meses, supone la válvula de acceso al
sistema sanguíneo de cada una de esas vidas.
La mayoría de estos
relatos han sido creados en la época del virus, durante la pandemia del Covid19
que pone a prueba, minuto a minuto, nuestra necesidad de tener miedo de los
demás como medio de subsistencia. Aislamiento mental, además de físico, al
reducir las esencias de nuestra vida social a recelosas reuniones en las que
huimos de la frontalidad, temerosas, casi esperando perdón de quien tenemos
delante por el hecho de estar ahí.
Pero, aparte de “#Quedateencasa”
y de “Contagio”, la mayoría de las historias no nos hablan de personas
infectadas por este virus, tal vez sí por otros.
"La Leyenda del Palacio de
Linares” y “El Accidente” nos hablan de las consecuencias, a veces
dramáticas, que para otras personas tienen nuestros actos.
Otros cuentan
nuestros recuerdos, esos que pudieron forjar todo lo que después fue
sucediendo, o no. Tal vez solo recuerdos de momentos que recordamos con
especial cariño, como en “Niño, corta el agua” o “Piel
de miel”, o con resignado dolor, como en “Remigia”.
“El hombre que prefirió la nata a
las fresas” cuenta la historia de una común decepción, cuando fuimos
descubriendo el límite a nuestras ilusiones, el fracaso de quienes creíamos
grandes espíritus.
Pero hay también cantos a lo ilusionante, a la esperanza de
avanzar en lo mejor, como “La sonrisa del ciclista”, “La
Orquídea” o la serie “Herida” y “Quanto é bello volare”.
En definitiva, vidas que
se acaban en medio de una sonrisa, como “Tanatorio” y otras que resurgen con
la fuerza que solo el amor y la creación literaria (más potente lo primero)
puede producir, en “La Atalaya de los cubos de Granito” y en “Pág. 119”.
Historias de vidas
frustradas en “Silencio”, el sueño de la libertad vital en “El
Pescador que hablaba con los peces”, la ilusión de una segunda vida en
“La
Cena” y un pequeño capricho futbolístico en “El Empate”.
Como remate, quiso mi
amiga Luz que devolviéramos la vieja historia de “El Toro” en estas nuevas
páginas y aquí estará también.
Veinte relatos, fisuras, con frecuencia difíciles de cerrar, veinte
historias humanas contadas en pocas páginas cada una, para que la lectora o el
lector no se canse fácilmente de ir visualizando una importante cantidad de
personajes, ficticios todos ellos pero que a buen seguro conocemos en nuestros
respectivos entornos. Porque no son historias inexistentes por mucho que el
autor se las haya inventado.
Iremos presentando por aquí algunos de estos relatos hasta que el libro impreso salga de las máquinas. Estrenamos editorial y, en principio, la edición será muy pequeña, si alguien quiere su reserva ya sabe lo que ha de hacer: guiñarme un ojo y que yo lo vea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario