LA COLUMNA DE LOS VIERNES
Adiós Sampedro
(“Sapere aude”)
Hay un paraíso
Que se llama recuerdo,
Sin dioses
Ni almas,
Solo memoria:
La fuerza misma del recuerdo,
Tan eterna
Como la vida que nos queda.
Escribí estas palabras un día a mis amigos y compañeros que
ya no están. Ellos me permitirían, seguro, que las utilice ahora.
Situamos así nuestro propio paraíso, con nuestro propio
controlador de entradas: SamPedro (allí tengo otro amigo santo: SantoTomas)
Por su saludable longevidad, Sampedro ha tenido, al menos
dos ventajas. La primera no lo parece, pero según Iona Heath,”… cuándo alguien
perdió muchas personas que le resultaban interesantes se le hace más fácil
morir… los muertos ayudan a los vivos a morir…”.
La segunda ventaja es que, aunque “la educación antinatura
recibida durante el franquismo no le permitió enterarse de nada hasta cumplidos
los 50 años”, aún le ha dado tiempo a entender de la vida cuatro veces más que
la mayoría del resto de los mortales. Hasta el punto de comprender que lo único
realmente importante de la vida es vivirla, hasta la última gota.
Pero también nos ha enseñado que sin Pensamiento Propio no
hay forma de conseguirlo de manera adecuada.
Y sin libertad para el Pensamiento Propio la sacrosanta
Libertad de Expresión no vale un ápice.
Por eso Sampedro nos aprieta para que nos esforcemos a
entender eso. Como dice Iñigo Vicente, “recordémosles por obligarnos a pensar
por nosotros mismos…nuestra propia capacidad de construir pensamientos…”. (“Sapere
aude” “atrévete a pensar” de Horacio) y luego nos aprieta para que lo
reivindiquemos, y después para que luchemos por ello.
El “Aprendiz eterno” sabe que la Alternativa se
producirá, antes o después, la cuestión es cómo dejamos que sea ésa
Alternativa. “Otro Mundo es seguro”. ¿Cómo vamos a permitir que sea ese otro
Mundo?. Esa es la pregunta. ¿Lo hacemos o dejamos que nos lo vuelvan a hacer?,
ésta también.
En “Epílogo”, entrevista que Canal+ graba para ser emitida
después del fallecimiento del entrevistado, José Luis Sampedro presumió de la
omnisciencia del difunto, y desde ésa “máxima” sabiduría nos advirtió de que
nos educan en el miedo para que seamos buenos súbditos sumisos. Hay que luchar
contra ello, hay que defender que “la dignidad humana empieza por el respeto a
la vida interior de cada cual”. Por eso el se llevaba bien consigo mismo y eso
le parecía “lo más parecido a la felicidad”
Los últimos años de su vida fueron especialmente intensos
porque tuvo que esforzarse en comprender lo que no le dejaron entender en la
juventud: “uno rejuvenece buscando las creencias no recibidas”.
¿Y la muerte?. Es, simplemente, una parte de la vida. Y es
una parte realmente importante que influye positivamente desde el principio:
“lo que da intensidad a la vida es el conocimiento de que se acaba”.
Escuchando y releyendo a Sampedro, os aseguro que no da ninguna
pereza hacerse mayor.
R. GARANDA R.
(Twitter: @rgarciaaranda)
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