LA COLUMNA DE LOS VIERNES
HONESTIDAD:
Zona Reservada
“La Hermosura que se acompaña con la honestidad es hermosura, y la que no, no es más que un parecer” (Miguel de Cervantes)
En el Ren, que es el nivel más elevado y
profundo de la honestidad, según el filósofo Confucio, ésta se basa en la
empatía como concepto de comprensión de los demás, y ello requiere una previa
autocomprensión que es de dónde nacen las normas morales.
Este
filósofo da por hecho que, de no ser por esa “auto-empatía” cualquier código
ético tendría su origen en la divinidad y él prefiere lo humano. Yo también lo
prefiero, pero no desde la individualidad, porque los códigos éticos se
entrelazan por consensos sociales, unas veces escritos y otras intuidos. La
conciencia social, aquella en dónde debe encajar la individual para que sea
aceptable entre los humanos. Para semi-dioses ya hubo otras épocas.
En
cualquier caso, hablar de consensos sociales en nuestra época tampoco garantiza
gran cosa, porque casi nunca son consensos de la humanidad, sino de grupos
sociales, más o menos grandes, más o menos poderosos, que marcan sus pautas
desde conceptos empáticos entre ellos, no con los demás, y por tanto gran parte
de sus normas son elitistas e injustas. Y el resto de los mortales las damos
por buenas, porque “son normas y siempre se ha hecho así”.
Yo creo
que la honestidad es, probablemente, el concepto humano más conocido y menos
practicado. Pienso que la inmensa mayoría de los seres humanos somos directamente
deshonestos, y que cada uno lo demostramos en el espacio que los demás nos
dejan para ello.
No
permitimos que un gestor robe en el sentido clásico de llevarse los billetes,
pero no nos parece del todo mal que las relaciones personales que “su puesto” le
facilita, le permita ciertos beneficios para el lucro personal. Consideramos
que, en la carretera, todos hemos de tener un cuidado exquisito para no
provocar accidentes, pero entendemos que las limitaciones de velocidad se las
puede uno saltar siempre y cuando “no le pillen”. El problema no es el riesgo
de hacer daño, sino de que te pongan una multa. Ya que hablamos de tráfico,
está claro que todos tenemos los mismos derechos, salvo enfermos y
minusválidos, lógicamente; entonces, ¿por qué aceptamos sin rechistar que los
concejales o algunos funcionarios del
Ayuntamiento de nuestro pueblo o ciudad, o de la Diputación, o miembros del
gobierno, tengan zona reservada de aparcamiento en la misma puerta de su centro
de trabajo? Os digo yo que en Toledo,
sólo por eso ya valdría la pena ser concejal.
Son
sólo tres ejemplos de los cientos, miles, que se nos pueden ocurrir si nos ponemos a ello: el de las compras, el
de la media hora en el café, el de los que miran como trabaja el otro, el que
indulta al hijo de su amigo, el que saca una ley para proteger la deshonestidad
de él y los suyos, el que confiesa al rico en su casa, el que factura sin IVA
(y nosotros encantados)...
Para
más frustración intelectual, cuándo alguien pretende justificar su falta de
honestidad dice con indignación aquello de “¿quieres que me llamen tonto?”
Somos
una panda de listos.
Ricardo Garanda Rojas
(@rgarciaaranda)
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