LA COLUMNA DE LOS VIERNES
Felices
Decepciones
El año no
ha sido como algunos hubiésemos deseado
porque la humanidad no se parece en nada a la que de verdad desearíamos.
Otra vez
en ésta inercia de las multi-felicitaciones. Felices fiestas, feliz año,
felicidades…Es grande la voluntad expresada en el deseo, tanto como pequeñas
las posibilidades de que tales deseos sean realmente eficaces. La primera
imagen que vi ayer, el magnífico día de Navidad, fue una fotografía de gran
número de personas en las colas de Cáritas de Madrid. Seguramente se estaban
felicitando las fiestas.
Me dicen
algunos de mis amigos que ya no se trata de una fiesta religiosa, que su
importancia está en la Tradición y yo me pongo a temblar cada vez que oigo ésa
palabra. La Tradición anula cualquier planteamiento racional de hacer las cosas
que no nos gustan un poco mejor, o al menos intentarlo.
Por
tradición mantenemos una sociedad injusta y machista, por tradición maltratamos
animales por doquier, por mentalidad tradicionalmente cómoda y cobarde se
pierden de manera continua posibilidades importantes de avances en la sociedad,
en su cultura, en el mundo de la medicina y la ciencia.
Le damos
tanta importancia a la tradición que incluso aceptamos que ciertos poderes
tradicionales se sitúen por encima de los que, como pueblos, decidimos
democráticamente.
¿En qué
está basada la fuerza de una Monarquía sino es en la tradición? ¿Cómo sería
posible que la gran mentira de la Iglesia se siguiera sosteniendo si no fuese
por su enraizamiento en la tradición de los siglos?
Dicen que
estuvo bien Felipe VI en su intervención televisiva con el mensaje navideño.
Estupendo, pero mucho me temo que las palabras bienintencionadas de un Jefe de
Estado impuesto por la tradición, por mucha cobertura constitucional que tenga,
resta a la institución el poder democrático necesario como para que su análisis
de la realidad pudiera tener repercusiones positivas en los problemas que ésta
sociedad atraviesa.
¿Y la
Iglesia? Se lleva el dinero fruto de nuestro trabajo, se apodera de bienes que
nunca heredaron ni compraron, se niega a pagar unos impuestos que serían
magníficos para cubrir necesidades perentorias en éste mundo, que es el de
Ella, por mucho que trate de ignorarlo hasta el extremo de negarse, por la vía
de los hechos, a someterse a las leyes civiles y penales de éste País. Pareciera
que no hay cárceles para sus delitos.
Pueden ser
buenas las palabras del Rey y del Papa. Pero sin hechos, son totalmente
inútiles. Peor, son pantalla que nos despista de las barbaridades que se están
haciendo día tras día, en el reino de uno y en el reino del otro, que son el
mismo: el de las gentes que sufrimos las felices decepciones.
Ricardo Garanda Rojas
(www.rgaranda.blogspot.com)
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